Refugios nucleares para pocos
Trump, Netanyahu y otros líderes cuentan con refugios nucleares, pero, en caso de una guerra de esa magnitud, el perjuicio sería también para el país agresor
En películas como War Games (Juegos de Guerra), el mundo se salva en el último minuto. Justo antes de que se desintegre por un cataclismo. La realidad es diferente, por más que Donald Trump y Kim Jong-un se jacten de sus arsenales nucleares. La realidad, auscultada por la Universidad Michigan Tech, dicta que, de estallar una guerra nuclear, el principal perjudicado sería el país agresor. “Una nación dispuesta a usar su armamento nuclear contra otra debe determinar si tiene la capacidad de sobrevivir a los problemas que ella misma está provocando”, concluyen los profesores Joshua Pearce y David Denkenberger.
Los avances en la inteligencia artificial (AI, sus siglas en inglés) permiten inferir que las computadoras podrían declarar una guerra nuclear en 2040, según la corporación Rand. Un equipo de investigadores que analiza el papel de las fuerzas armadas de Estados Unidos estima que las máquinas “podrían tomar el control y decidir sobre conflictos militares”. ¿Cómo? “Mediante la eliminación de barreras para mantener al armamento nuclear como método disuasivo”. La incertidumbre llevaría “a los bandos a atacar preventivamente las filas enemigas y su armamento, como submarinos y plataformas de desplazamiento de misiles”.
Si Estados Unidos utilizara 1.000 ojivas nucleares contra un eventual enemigo y nadie tomara represalias, “veríamos morir unas 50 veces más norteamericanos que en el 11 de septiembre [de 2001] debido a las secuelas provocadas por sus propias armas”, agrega el informe de la Universidad Michigan Tech. Aterrador. Como para no tomarlo a la ligera. La temperatura global caería debido al hollín de las explosiones, que bloquearían la entrada de la luz solar en la Tierra. Eso y la menor humedad por falta de lluvias harían disminuir la producción de alimentos y aumentar la radiación ultravioleta en una atmósfera dañada.
La carrera nuclear entre Estados Unidos y Rusia, a la cual se suman Corea del Norte, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán e Israel, se basa sobre la intimidación: no te metas conmigo porque oprimo el botón. Un embuste, en realidad. El botón no existe, como tampoco existió el teléfono rojo durante la Guerra Fría. Entre todos los países reúnen aproximadamente 15.000 armas nucleares. Si Estados Unidos descargara 100 contra las ciudades más pobladas de China, las explosiones iniciales probablemente matarían a más de 30 millones de personas, pero también cometería un suicidio nacional.
En ese caso, ¿permanecería Trump en el Salón Oval? Desde Harry Truman, los presidentes de Estados Unidos tienen búnkeres a disposición. Uno está debajo de la Casa Blanca. Otro queda en las montañas Blue Ridge, en Virginia. Lo llaman "la ciudad del día del juicio final". La residencia de Trump en Mar-a-Lago y su club de golf y resort de West Palm Beach, en Florida, cuentan con refugios nucleares. También los tuvo en sus días John Fitzgerald Kennedy cerca de allí, en la isla Peanut. Los legisladores encontrarían cobijo en el complejo Greenbrier, cerca de White Sulphur Springs, en Virginia Occidental.
¿Qué ocurriría en otros confines? Desde la Guerra Fría, cuando los refugios se pusieron de moda, los ciudadanos de Suiza deben disponer de un búnker en su vivienda. Cada construcción, sea pública o privada, tiene un lugar preparado para sobrevivir a una catástrofe nuclear. En España, un grupo de políticos y militares saldría ileso en uno situado debajo del Palacio de la Moncloa, sede del gobierno. En la Nochevieja del año 2000, cuando muchos decían que iba a desaparecer el planeta por el colapso de los sistemas informáticos, el presidente José María Aznar estableció un gabinete de crisis bajo tierra.
Bajo tierra, también, sobreviviría el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. El llamado Centro Nacional de Gestión de Crisis, excavado en el subsuelo del complejo gubernamental que agrupa varios ministerios en Jerusalén, está equipado ante virtuales ataques. Netanyahu, precavido, ha convocado allí sus sesiones del gabinete de seguridad, sanedrín que decide en secreto las operaciones bélicas. Lo llaman, como los norteamericanos al suyo, “el búnker del juicio final”. Está construido a prueba de misiles, de armas químicas y biológicas y, sobre todo, de ataques nucleares.
Twitter: @JorgeEliasInter | @Elinterin
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