Síndrome de abstinencia
Algunos programadores han afirmado con todo optimismo que una televisión sin Tinelli es posible. De hecho es lo que tuvimos todo este año 2013. Pero la televisión sin Tinelli, si bien existe, parece víctima de un grave síndrome de abstinencia
Algunos programadores han afirmado con todo optimismo que una televisión sin Tinelli es posible. De hecho es lo que tuvimos todo este año 2013. Pero la televisión sin Tinelli, si bien existe, parece víctima de un grave síndrome de abstinencia.
Hay que estar desesperado para dedicar meses de pantalla al divorcio de dos periodistas de la televisión. Seguirlos en sus rencillas, en los tribunales, en las vacaciones de él con su nueva novia, en las fotos eróticas de ella en una revista popular y finalmente en una nota conjunta, espalda contra espalda, a la que ambos accedieron de buena gana.
Hay que estar desesperado para declarar figura de interés nacional a una chica de pasado divertido casada con un jugador de fútbol. Ahora que decide divorciarse, la televisión se ocupa del drama familiar/económico/romántico (parece que hay un tercero) y lo sigue con todo detalle incluso desde los noticiarios.
Una frase desafortunada de una animadora de televisión –sin pantalla por el momento- sobre una popular artista desata un debate colosal sobre la identidad de género. La ofendida comenzó su carrera como travesti pero consiguió formalizar su identidad femenina con un nuevo DNI que le concedió el gobierno. Este debate también continúa.
Estoy hablando de meses, meses en cadena nacional. Hoy se incorpora la consternación por la temprana muerte de Ricardo Fort. Y hasta 2014, cuando reaparezca Marcelo Tinelli en la televisión, las cosas seguirán así.
Tinelli llenaba la pantalla de músicos y bailarines, estrellas y bufones, caras nuevas o caras conocidas haciendo cosas diferentes. Pasaban cosas. Mientras tanto, y hasta su regreso, todo lo que no es ficción en la televisión abierta va a seguir apostando al rating seguro de la nada misma.