El éxito de la serie “Lost” a lo largo de siete temporadas llegó a inspirar libros de ensayo y análisis académicos. Como era de esperar, esto a su vez generó una cantidad de productos de tenor similar, algunos del mismo productor, J.J.Abrams, como “Fringe”, y otros no, como “Flashforward”, “Los 4400” y la fallida “The event”.

Son aventuras tal vez actuales, tal vez futuras, con un elemento mágico difícil de explicar en el corazón del drama. Ninguna de estas series logró interesarme, precisamente porque el elemento mágico es demasiado elástico y rompe todas las reglas de un buen argumento. Lo mismo que en las películas sobre la locura, donde vale todo.

Pero la serie más reciente de J.J. Abrams, en cambio, acapara toda mi atención. Se llama “Person of interest”, y en algunos países se la conoce como “Los vigilados”.

Tal como Mr. Finch (Michael Emerson, Ben en “Lost”) explica al comienzo de cada capítulo, después del 11/9 construyó para el gobierno una máquina de vigilancia diseñada para detectar actos de terrorismo, pero la máquina se independizó del propósito inicial y detecta todo tipo de violencia a punto de ocurrir, aun en asuntos personales, casos que no interesan al gobierno. Finch decide hacerse cargo personalmente y contrata a un socio, Mr. Reese (Jim Caviezel), un hombre entrenado en los servicios militares más exigentes.

Entonces, en resumidas cuentas, la máquina de Mr Finch señala a una persona involucrada en un acto de violencia por ocurrir –perpetrador o víctima, no se sabe- y Mr Reese es el encargado de evitarlo.

Más allá de las historias en sí, que son muy buenas, lo más atractivo de la serie es la magia real de la tecnología, que nada tiene que ver con la magia aleatoria de los otros programas donde las cosas ocurren más o menos porque sí.

En uno de los capítulos recientes se vio a Finch asustado por primera vez. El hombre es millonario –se infiere, no se ve- y tiene un poder mental poco común. Pero en este capítulo se muestra una forma de terror que no pasa por eventuales asesinos agazapados sino por un virus concreto capaz de destruir la extraordinaria máquina de Finch.

Y aunque sea un idioma foráneo para el espectador común, como quien esto escribe, el terror se siente igual. La serie, dirigida por Jonathan Nolan, tiene ese gélido color que de algún modo imita el blanco y negro, porque sus personajes están lejos de la alegría technicolor de muchas comedias televisivas. Inteligente, sugestiva, profundamente actual. Se ve por Warner, los martes a las 21.

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