El peronismo es el partido del poder en la Argentina. Fue parido desde el poder, con Juan Domingo Perón en la secretaría de Trabajo y es largamente, para bien y para mal, el movimiento que más tiempo gobernó nuestra bendita patria. Le doy un dato: en los últimos 65 años el peronismo gobernó durante 32 años, casi la mitad del tiempo. Al radicalismo le tocó hacerlo durante 16 años y tuvimos el drama de 17 años de dictaduras militares.

¿Qué me cuenta? Parte de lo mejor y lo peor que tenemos es responsabilidad del peronismo. La pregunta es: ¿Dónde está hoy el peronismo después de las elecciones del domingo? Con el huracán Cristina. Sin ninguna duda. Genéticamente es una agrupación que se disciplina a la conducción, que verticaliza su funcionamiento y más en este caso, cuando encuentran un liderazgo taquillero en las urnas como demostró ser la presidenta.

Es muy difícil etiquetar o definir ideológicamente al peronismo con las categorías tradicionales. Ahí está su problema y también su riqueza conceptual. Por su origen hubo quienes lo definieron como una versión criolla del fascismo mussoliniano. O todo lo contrario, en los 70, la Jotapé lo entendió como el vehículo que los llevaba a la patria socialista. ¿Es el neoliberalismo de Menem o el neokeynesianismo de los Kirchner? ¿Es un populismo de derecha como el de Bush o de izquierda como el de Chávez? ¿O todo eso junto? Me quedo con la definición de mi amigo Jorge Fernández Díaz que dice que el peronismo es un traje a medida que nos ponemos los argentinos para acompañar los vientos de la historia. Yo le agregaría que es una forma de conducir el estado con mano de hierro con el objetivo de permanecer eternamente en el poder.

Por eso la chicana dice que los peronistas siempre acuden velozmente en auxilio del ganador. El que gana conduce y el que pierde acompaña. No importa quien gane. Eso es lo de menos. Por eso hoy el peronismo está en su inmensa mayoría con Cristina. Por eso los gobernadores y los intendentes y los sindicalistas que fueron maltratados no rompieron ni traicionaron. Porque son fieles a la victoria. No a Cristina. Son leales al triunfo y a quien les garantice ese triunfo. Ayer fue Menem, hoy Cristina, mañana…¿quien sabe? Este fue el error de cálculo que tuvieron los peronistas disidentes o federales o antikirchneristas. Sacaron los pies del plato y aunque tuvieron momentos de gloria como en el 2009, finalmente quedaron aislados, fuera del Partido Justicialista y en el desierto. Eso le pasó a Eduardo Duhalde mas Das Neves, al Alberto Rodríguez Saa mas allá de que conservó la virginidad en su provincia de San Luis o a Francisco de Narváez que tomó una diagonal equivocada para asociarse con Alfonsín.
 
Eso no fue digerido ni por los peronistas enojados con Cristina ni por los radicales. No fue ni chicha ni limonada. Fíjese el caso de Felipe Solá, un peronista honesto e inteligente con llegada a las capas medias: está con perfil bajo cero, casi en un exilio interno. Y pensar que todos estos hombres juntos, con Mauricio Macri, otro peronista desarrollista disfrazado de PRO aunque ni él lo sepa, le dieron a los Kirchner la gran paliza de su vida hace apenas dos años.

En el 2009, la boleta que encabezaba Néstor Kirchner y que albergaba a dos de los dirigentes con más alta intención de votos como Daniel Scioli y Sergio Massa fue vencida por ese espacio que interpretó la bronca del campo y el rechazo a las actitudes autoritarias del fallecido ex presidente. Casi todo aquello se cayó a pedazos en muy poco tiempo. El crecimiento económico, el vigoroso consumo, el luto que provoca solidaridad y la astucia política de Cristina lograron hacer resurgir de sus cenizas al kirchnerismo hoy transformado en cristinismo. Otra vez, un nuevo traje a medida.

El domingo, el peronismo en sus distintas variantes, sacó más del 70% de los votos. Es asombroso. Y hoy está creciendo porque muchos dirigentes o legisladores disidentes están por reconocer la conducción de Cristina y pegar el salto para volver al redil. Es dura la vida para los peronistas lejos del peronismo. Hasta Cristina que tiene millones de votos propios entendió que sin el peronismo no puede. Cristina ganó en Lomas de Zamora, Chubut, Córdoba y hasta en LLambí Campbell. Son la patria chica de Duhalde, Das Neves, De la Sota y Reutemann. La marchita peronista suele cantarse sin registrar uno de sus dogmas de hierro. Dice así: todos unidos triunfaremos.