La ofensiva que desató el gobierno kirchnerista contra la Corte Suprema de Justicia no tiene antecedentes desde la recuperación democrática de 1983. Y eso que el ataque recién comienza. Están en marcha dos de las operaciones mas desafiantes que instalarán un conflicto de poderes rodeado de riesgosas turbulencias institucionales. Cronológicamente, la primera será el 28 de setiembre y es la reiteración de la movilización (corregida y aumentada por todo la maquinaria de convocatoria K) que reclamó por la vigencia de la Ley de Medios. En este caso la presión de la multitud rodeando de gritos y pancartas el edificio de Tribunales tiene como objetivo que los integrantes de la Corte autoricen el funcionamiento pleno de la polémica norma y aceleren la resolución de los amparos que obliguen al grupo Clarín a desprenderse de radios y canales. La intención es poner en las calles a 100 mil personas y la única duda es la fecha de realización.

Algunos intelectuales propusieron llevarla al 17 de octubre para dotarlo de una impronta emblemática de levantamiento peronista. El otro acontecimiento que va a sacudir los cimientos de la convivencia hoy casi nula entre el poder ejecutivo y el máximo tribunal es el acto que el 8 de octubre van a realizar en el Boxing Club de Río Gallegos para respaldar al gobernador Daniel Peralta. Ese mensaje condenatorio de la Corte lo está organizando Néstor Kirchner que invitó telefónicamente a todos los gobernadores peronistas.

La intención es demostrar que los Kirchner no se rinden, que hay Néstor para rato, que se bancan no acatar los fallos de la Corte, que tienen espaldas para plantarse. Intentarán disfrazar ese desacato como una rebelión del federalismo frente a los “intentos desestabilizadores” de la Corte, la oposición y los medios como denunció Peralta o directamente de “golpismo”, según la particular interpretación de Aníbal Fernandez respecto de los proyectos para intervenir parcial o totalmente la provincia de Santa Cruz. Solo a un fanático o a alguien que tiene que justificar lo injustificable se le puede cruzar por la cabeza que Carmen Argibay o Ricardo Lorenzetti, por ejemplo, estén complotando clandestinamente con radicales, peronistas federales o corporaciones mediáticas. El gran problema de los Kirchner es que cada minuto que pasa les juega en contra. Se van quedando sin tiempo para aniquilar el actual esquema mediático y para terminar de estructurar el “amigopolio K”, como lo bautizó Alcira Argumedo, la lúcida socióloga y diputada de Proyecto Sur.

Por eso ni Cristina ni Néstor anduvieron con vueltas ni cuidaron las formas al exigirle públicamente a la Corte que se independice del poder económico. Es que ese tribunal que ha logrado reconstruir su credibilidad y prestigio social en base a su indudable autonomía y excelencia académica tiene en sus manos varios temas calientes. No solo el articulo 161 de la Ley de Medios o la orden de reponer en su cargo de procurador al corajudo Eduardo Sosa. También han metido el dedo en la llaga de la relación Argentina- Chile y de la caracterización ideológica de los guerrilleros que asesinan en democracia con excusas ideológicas como Galvarino Apablaza. En las últimas horas se sumó el reclamo del Poder Ejecutivo para que la Corte revoque el fallo que dejó sin efecto la intervención a Papel Prensa, una dura derrota de Guillermo Moreno. Está claro que la tormenta política se acerca. Señores pasajeros:ajustarse los cinturones.
Sosa, Apablaza, Kirchner