Argentina produce alimentos para más de 400 millones de personas. Y se calcula que dentro de 8 años vamos a poder alimentar a 650 millones de personas, es decir al 10% de la población mundial. Sin embargo, todavía tenemos el flagelo del hambre y la desnutrición en nuestra patria. En estos momentos podemos fabricar comida para 10 veces nuestra población y todavía hay chicos que se mueren de hambre. Semejante nivel de inequidad social es intolerable.
 
El prestigioso especialista en el tema, Bernardo Kliksberg lo definió con precisión como “un verdadero escándalo ético”. El combate contra la pobreza, la marginalidad y la exclusión debería ser un tema de agenda de estado. Un tema de todos. Una epopeya que convoque a todos los argentinos sin distinción de banderías. Cada uno de nosotros debe aportar su granito de arena desde su lugar. Los argentinos que solemos ponernos la camiseta celeste y blanca y que agitamos las banderas nacionales durante los acontecimientos deportivos deberíamos pelear para lograr este piso mínimo de convivencia y civilización.

Para que nunca más ningún argentino sufra hambre o desnutrición. Es la tarea de las tareas. Son los cimientos de una sociedad de nuevo tipo. De ahí en adelante podemos discutir muchas cosas. Pero esto es indiscutible, ¿No le parece? Es un compromiso de honor, patriótico, de bien nacido y solidario.

Hay varios proyectos en marcha. El que aparece como más novedoso se llama “Nutrición 10, hambre cero”, como si fuera una goleada a favor de la vida y la justicia social. Porque la posibilidad de alimentarse en un derecho humano irrenunciable. Y los estudios científicos demuestran que los problemas de comida de los que mas necesitan no son solamente un tema de cantidad sino también de calidad nutricional de los alimentos que componen su dieta básica. Está científicamente comprobado que hay 1.000 días que son decisivos en la vida de todos.
 
Son los que transcurren desde la gestación hasta los primeros dos años de vida del niño. En ese momento se configuran sus capacidades de aprendizaje y se diseña gran parte de su futuro. Ese es el momento de igualar las oportunidades para todos. De rodear al chico de los cuidados intensos que garanticen su crecimiento en armonía. De efectuar los controles médicos correspondientes. De monitorear su peso, las condiciones de higiene en las que se desenvuelve, las vacunas necesarias, el acompañamiento en su motivación. Es sembrar ciudadanía en la tierra que mas lo necesita. Plantar humanismo y fortaleza de los lazos familiares para recoger jóvenes que estén más cerca de la cultura del esfuerzo en el estudio y el trabajo y mucho más lejos de la droga y la delincuencia. Es construir una sociedad mejor desde el pie. Volar bajo porque abajo está la verdad, como propuso Facundo Cabral. Con esos cimientos vamos a edificar una mejor comunidad para todos.
 
El estado no puede estar ausente en ese desarrollo que soñamos. Debe asegurar lo mínimo, el acceso al agua potable, las cloacas, buenos hospitales y mejores colegios. Estamos hablando de un sueño colectivo que funciona como utopía porque motoriza la esperanza pero que es claramente realizable. No es una quimera inalcanzable. Es un desafío para todos. Para los gobiernos, los ciudadanos de a pié, las empresas, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, los estudiantes.

¿Hay alguna convocatoria más emocionante? ¿Conoce usted alguna prioridad superior a construir una patria de hermanos, cohesionada, con igualdad e inclusión? Hay mucho por hacer. Pero por algún lado hay que comenzar. Y ese lugar es la batalla colectiva contra el hambre y la desnutrición. Hambre cero es un desarrollo social con ética. Una responsabilidad que nadie debe eludir. Una pelea de todos y para todos.
 
La agencia de noticias Pelota de Trapo tiene una consigna que no deja lugar a dudas: “El hambre es un crimen. Ni un pibe menos”. De eso se trata. Ni un pibe menos. Hambre cero. Hasta que eso no ocurra se nos debería caer la cara de verguenza. Porque es un escándalo ético que pasa aqui y ahora.