Un poquito de bronca
Las palabras son los instrumentos que singularizan a los seres humanos.
Las palabras son los instrumentos que singularizan a los seres humanos. Pueden servir como puñaladas para agredir, como estética para embellecer o como disfraz para encubrir. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner es una abogada no tan exitosa pero muy astuta en la utilización del lenguaje. Su ejercicio como oradora se fue modificando con el tiempo pero siempre tuvo una especial atención por el vocabulario, por el significante y el significado.
No soy un analista de lenguajes ni un semiólogo. Pero con sentido común y cierta experiencia vale la pena analizar las cosas que la presidenta dijo, las que no dijo, y las que quiso decir ayer en su discurso. Hay material para un curso intensivo de hipérboles y eufemismos. La utilización reiterada de la negación en una persona tan rotunda, contundente y definitiva a la hora de comunicar como Cristina, denuncia un punto de interés.
En su primera y única referencia institucional a una nueva crónica de una tragedia anunciada en el tren Sarmiento, la presidenta dijo textualmente: “No quiero ponerle nombre” y “No puedo dejar de mencionar mi dolor y mi solidaridad”. La presidenta se habló encima. Confesó todo lo que le cuesta abrazar en el dolor a las víctimas de un nuevo siniestro ferroviario y la dificultad que tiene para rotular las responsabilidades flagrantes de su gobierno y de su proyecto político que ya tiene diez años y la convirtió en la jefa de estado más poderosa desde 1983. Como si esto fuera poco, cuando no tuvo mas remedio que nombrar el choque de trenes dijo “lo que pasó esta mañana”. Trampas que suele tender el inconsciente a las personas. No pronunció la palabra “muerte”. También lo hizo por la contraria: “los que perdieron la vida”. Menos mal que esta vez solo insinuó y no le enrostró a ninguna víctima los conocimientos profundos sobre el dolor que ella tiene.
Si me permite la investidura presidencial me gustaría hacer una humilde colaboración con la mandamás de la Nación. Lo que pasó esa mañana fue una terrible tragedia que asesinó a tres personas que no viajan en ese tren porque les gustan las emociones fuertes y el turismo de aventura. Viajan en ese tren, o mejor dicho, viajaban, porque son trabajadores, gente sencilla que no tiene para viajar en taxi. Lo que pasó esa mañana es que más de 300 personas sufrieron distintos tipos de heridas, padecieron un terremoto sicológico porque todos se acordaron y nos acordamos de los 52 muerto de Once. Todos menos usted, señora presidenta. Todos vimos las mismas imágenes, los mismos llantos en los rostros curtidos, los mismos hierros retorcidos, la misma impericia para atender la masacre y todos vimos lo mismo: el dolor y el horror de esos hermanos argentinos. Hay 30 internados en estado crítico, señora presidenta. Eso pasó “esa mañana”. Usted no le quiere poner nombre pero la realidad se encarga de eso. Eso tiene nombre aunque usted no lo utilice: muertos y heridos producidos por la corrupción, por las mafias de empresarios y gobernantes. Así de clarito. Sin gambetear el lenguaje. Su ministro, Florencio Randazzo, como no podía ser de otra manera fue en su misma dirección. Usted no le hubiera permitido que tomara otra vía. Dijo que la justicia va a establecer si fue un accidente o un siniestro y que no pueden hacer magia. Nadie les pide magia a los funcionarios. Les pide eficiencia, conocimiento del tema, honradez, humildad y sensibilidad social.
Pero la lucha de Cristina contra el lenguaje fue encarnizada. Es que suele mostrarnos tal cual somos, después de Sigmund Freud, suele desnudar nuestros verdaderos sentimientos. Solo hay que saber escuchar. Quien quiera oír que oiga. Lo mas patético, fue el intento de acusar de sabotaje criminal a Pino Solanas y al Pollo Sobrero por parte de uno de los coroneles del kirchnerismo pro iraní: Luis D’Elía. Es imposible comprender esa lógica perversa que los lleva a pensar que seres humanos íntegros como Solanas y Sobrero, puedan mandar a los maquinitas para que choquen a propósito dos trenes con el objetivo de perjudicar una posible candidatura a diputado de Randazzo. Es patético y cruel. ¿El sería capaz de ordenar a los delegados del subte que choquen a propósito como una forma de manchar de sangre a Macri? ¿Serían capaces? ¿Sobrero le contestó como un ciudadano común: “hay que ser muy hijo de puta para decir eso”.
Para el final otro momento del no discurso de la presidenta, que llegó al colmo de los colmos. Es tanto el baño de relato marketinero que se pega cada mañana que confesó como una gran revelación que sentía “un poquito de bronca e impotencia”, no por los compatriotas muertos o heridos o por los miles que viajan como ganado, todos los días, sino porque el gobierno está poniendo todo y justo le ocurre esto ahora. Le daba un poquito de bronca el costo político que iban a pagar y no la sangre derramada. ¿Puedo ser sincero, señora presidenta? Con todo respeto. A mi también me dio bronca escucharla tan especulativa y tan lejos de la gente. Me dio bronca, que se lavara las manos, señora presidenta. Me dio bronca, pero un poquito, nada más.