Utopía a plazo fijo
Acordado el tercer rescate de Grecia, el primer ministro Alexis Tsipras renuncia y convoca a elecciones con la certeza de revalidar su mandato y, de ser reelegido, de despojarse de los radicales propios y ajenos
El renunciante primer ministro griego Alexis Tsipras podría suscribir las palabras del cómico y político italiano Beppe Grillo: “No estamos en guerra contra el Estado Islámico ni contra Rusia, sino contra el Banco Central Europeo (BCE)”. Es casi lo mismo que quiso decir otro renunciante, Yanis Varoufakis, ex ministro de Finanzas de Grecia, ahora en las antípodas de Tsipras, cuando consideró que los bancos habían sustituido a los tanques. En inglés, banks rima con tanks. En ese momento, el 12 de julio de 2015, la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) aceptaba a contramano de su discurso las imposiciones de la troika formada por la Comisión Europea, el BCE y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
De los griegos no sólo heredamos la democracia, sino, también, la utopía. El escritor británico Tomás Moro usó en 1516 esa palabra para crear una isla ideal en la cual reinaba la paz y la armonía y los seres humanos se realizaban como tales. Era una forma de criticar el sistema político del rey Enrique VIII y los que regían en esa época en Europa. La isla, pintada por Moro en el ensayo en latín Libellus vere aureus nec minus salutaris quam festivus de optimo reipublicae statu de que nova insula Utopia, resumido en Utopía a secas, deriva de la palabra griega topos (lugar). Le antepuso el prefijo griego ou- para expresar ningún lugar o lugar inexistente.
En ningún lugar o en un lugar inexistente se vota tantas veces como en Grecia en 2015, único país europeo en el cual una izquierda radical ajena al legado del desflecado estilo soviético asume el poder con poco más del 36 por ciento de los votos el 25 de enero, se legitima a sí misma con un 61,31 por ciento en el referéndum del 5 de julio contra las condiciones de la troika y, acordado el tercer rescate financiero en contraste con la expresión popular, refuerza su liderazgo con la dimisión de Tsipras y la convocatoria a elecciones en septiembre, de modo de despojarse de los extremistas de su partido y de la derecha nacionalista Griegos Independientes (ANEL) con la cual pactó para formar el gobierno.
Syrisa, según el filósofo esloveno Slavoj Žižek, "es una coalición poco rígida, contradictoria en sí misma e internamente antagónica, de pensamiento y práctica izquierdistas, enormemente dependiente de la capacidad de los movimientos sociales de todo tipo, totalmente descentralizada e impulsada por el activismo de redes de solidaridad en un amplio campo de acción a través de líneas de conflicto de clase, de activismo de género y de sexualidad, de cuestiones de inmigración, de movimientos antiglobalización, de defensa de los derechos civiles y humanos, etcétera”. Frente al nuevo desafío, la oposición sigue deshilachada: los conservadores de Nueva Democracia unen fuerzas con los socialistas del Pasok y los liberales de Potami.
La utopía, teñida de malos presagios desde que Marx y Engels tildaron de absurdo el socialismo idealista de Owen, Saint-Simon y Fourier, no se limita a la capitulación del primer ministro o la grexit (salida de Grecia del euro). Apunta, como dejó dicho Tsipras, a la reformulación de las instituciones y de la economía del país, quebradas por una corrupción endémica. Syriza marcha hacia el centro después de haber sido la vía hacia la ruptura con el sistema que llevó a Grecia a verse a sí misma como la tumba, más que la cuna, de la democracia. El realismo, como siempre, fija un plazo fijo a la utopía.
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