Boca, River y la influencia de la obligación de ganar
La incidencia que tiene en un partido la sensación de tener más responsabilidades que el rival no puede dejarse de lado. El Xeneize, a pesar de la mala racha reciente, consiguió trasladar buena parte de la carga al rival.
Todo clásico tiene sus pesos y contrapesos emocionales que resultan condicionantes ineludibles a la hora de pensar en el partido. El estar obligado o considerarse obligado a tener éxito en determinada tarea perturba la tranquilidad de cualquier ser humano y de cualquier colectivo humano como lo es un equipo de fútbol. En este caso, de cara al Boca - River, ¿quién tiene mayor responsabilidad?
Un resultado deportivo se fundamenta de manera esencial en el talento y la capacidad. Eso está fuera de discusión: si un equipo consigue imponerse sobre otro, seguramente sea porque futbolísticamente tuvo algunos méritos valiosos desde el punto de vista estricto del juego.
Pero también existen motivos más del tipo emocional que tienen una injerencia que no puede desconocerse. Uno de ellos es la soltura y desparpajo que adopta quien se siente exento de obligaciones frente a la lógica tensión paralizante que puede tener aquel que se considera con más responsabilidad o menos margen de error.
Una de las rachas más favorables de este siglo en clásicos se da en el duelo entre Estudiantes y Gimnasia, en favor del Pincha. Obviamente, el principal motivo de la racha favorable es el hecho concreto de que en los últimos 22 años el León ha tenido equipos bastante mejores que el Lobo.
Pero una vez instalada la diferencia en favor de uno, comienza a crecer la obligación en uno y empieza a fortalecerse la tranquilidad del otro en base al pasado inmediato. Estudiantes sale a afrontar cada uno de los partidos contra su rival de toda la vida con la calma de quien sabe que no tendrá nada por perder en un largo tiempo y transmite todo el nerviosismo a Gimnasia bajo una postura tan simple como efectiva: “Sí podés ganame, sino yo sigo disfrutando de lo que ya coseché”.
Esa misma dinámica se ha dado, aunque con una intensidad menor y por menos tiempo en clásicos como Independiente - Racing y San Lorenzo - Huracán. El agobiante deber nubla al equipo que necesita cambiar la racha y muchas veces no le permite imponerse incluso en circunstancias en las que lo individual y colectivo, desde el punto de vista técnico, es parejo.
Entre Boca y River esta cuestión es sutilmente diferente. Es evidente que la racha de los últimos siete u ocho años favorece al Millonario y que tras los duelos por Sudamericana, Libertadores, Supercopa Argentina y la famosa final en Madrid, el Xeneize cargó en sus espaldas una mochila insoslayable. Sin embargo, desde que Juan Román Riquelme volvió a Boca, se respira una sensación diferente.
El histórico 10 del conjunto de La Ribera consiguió cambiar esa percepción que existía hasta su arribo como dirigente. Supo convertir algunas cuestiones naturalmente negativas en el traslado de la presión a su rival en los duelos entre sí.
Por ejemplo, a partir del rearmado del plantel de uno y otro: en los duelos ganados por River hasta 2019, Boca tenía mejor o al menos igual nivel individual y abundancia de recursos que su rival. Hoy está sustancialmente por debajo. Evidentemente eso no es bueno para las aspiraciones generales del club, pero en el clásico, pasa la pelota de la obligación para el otro lado.
Otra cuestión interesante parece centrarse en la percepción de la figura de Marcelo Gallardo. Durante mucho tiempo se lo combatió desde un lugar desafiante, en el que se intentó bajarle el precio, y el DT del conjunto de Núñez respondió con acabadas demostraciones de su capacidad en reiteradas ocasiones.
Hoy el mensaje que emana desde el club azul y oro es diferente y se emparenta en algún punto con el mencionado anteriormente de Estudiantes: “Está claro que sos el mejor, demostralo y ganame”. Toda esa reconversión del mensaje explícito y tácito que brindan uno y otro equipo, ha logrado ponerle presión al equipo con la racha positiva: River.
Evidentemente y más allá de lo discursivo, los resultados recientes en los partidos más trascendentes le dan a Gallardo y sus futbolistas un colchón en el cual contener una potencial caída. Pero también, a la vista de esos resultados tan contundentes e históricos, Boca debería cargar en cada Superclásico con la mencionada mochila paralizante y es evidente que eso ya no sucede.