Renée Richards, hay una chica en mi cuerpo
La historia del oftalmólogo estadounidense que llegó a ganar el torneo femenino de tenis de la República Argentina
Richard Raskind nació el 19 de agosto de 1934 en Nueva York y desde su niñez se interesó por el tenis, incluso capitaneando equipos escolares.
Luego de servir a la Marina de su país comenzó sus estudios que lo llevarían a recibirse de oftalmólogo, pero sin alejarse del deporte que amaba.
Y ese amor lo llevó a iniciar una carrera como tenista profesional. Jugaba bastante bien, basado en su altura (casi 1,90 metros) y su saque. Llegó a disputar el Abierto de Estados Unidos en cinco oportunidades.
En 1953, con 19 años, perdió en primera ronda con el chileno Ricardo Balbiers.
En el 55 fue eliminado en segunda rueda por su compatriota Barry MacKay y en el 56 perdió en el debut ante el brasileño Armando Vieira.
En esa edición se produjo una curiosidad que involucró a un deportista nacional.
Oscar Alberto Furlong, enorme figura del equipo argentino campeón del Mundial de Básquet de 1950, jugó la primera ronda de aquel torneo de tenis (cayó con el local Richard Gaines).
Raskind participó también en el 57 y en el 60, donde cayó en el debut ante quien sería el campeón, Neale Fraser.
Pero un profundo debate interno lo consumía, porque Richards quería ser mujer, se sentía mujer.
A los 26 años armó una cita para una operación de reasignación de sexo, pero se arrepintió y abandonó la idea. Momentáneamente.
En medio de ese tumulto, se casó, tuvo un hijo y se dedicó a su profesión.
Años después habló de esa etapa: “Mi vida era dominada por una conducta anormal. Aun más cuando me casé. La vacilación entre masculinidad y femineidad parecía perpetuarse”.
El matrimonio con Barbara Molde duró cinco años y su hijo nacido en 1972 se llamó Nicholas Raskind. En 1975 puso fin a tantos idas y vueltas. Luego de un asesoramiento psicológico adecuado y un tratamiento hormonal, Richard Raskind se operó.
El encargado de hacerlo fue el urólogo argentino Roberto Concepción Granato, experto en vaginoplastía radicado en Estados Unidos.
La reasignación sexual trajo también un cambio de nombre. Allí nació Renée Richards.
El oftalmólogo se convirtió en la oftalmóloga y a los 31 años comenzó a incursionar en el circuito femenino de tenis.
En 1976, la Asociación de su país le prohibió participar del Abierto de Estados Unidos pero ella llevó el caso al Tribunal Supremo que falló a su favor.
Y pudo participar en 1977.
En ese debut perdió en primera rueda con la preclasificada número 3, la británica Virginia Wade.
En el 78 volvió. Cayó otra vez en primera instancia ante la sudafricana Ilana Kloss. En ese torneo estuvo a punto de enfrentar a la argentina Claudia Casabianca, famosa por ser la primera campeona albiceleste de un Grand Slam y por aparecer ligera de ropas en la revista “Libre”.
Un año después, llegó hasta la tercera ronda, donde perdió ante la campeona defensora Chris Evert. También jugó en el 80 y en el 81.
El 13 de noviembre de 1977 se jugó la final del torneo Abierto del Río de la Plata en el Buenos Aires Lawn Tenis.
Renée Richards le ganó a la argentina Ivanna Madruga 4-6, 6-2 y 6-2. Impactante.
Sus últimos partidos como jugadora se alternaron con la tarea de entrenar a su amiga Martina Navratilova. Se retiró como tenista profesional a los 47 años y se dedicó a su profesión. Fue directora de oftalmología de un hospital de Manhattan.
En 1983 publicó su autobiografía, titulada “Second Serve” (Segundo Servicio) y en 1986 esos contenidos fueron llevados al cine. En 2011 se estrenó un documental llamado “Renée”, que contó su vida.
En el año 99 hizo declaraciones en la revista “Tennis Magazine” mostrando un arrepentimiento por lo que había hecho: “Quiero decir públicamente que hay mejores opciones a la operación de cambio de sexo. Hay muchas opciones antes de destrozarte la vida por la confusión de no saber quién eres”.
Sea como fuere, el de Renée Richards fue un caso extraordinario.
El de un deportista que participó de un torneo de Grand Slam primero como hombre y después como mujer.
Y para el final, volvemos al principio.
A imaginarnos el momento trascendente en que una persona deja de ser esa persona que ya no quiere ser y pasa a ser la persona que desea.
El momento culminante en el que Richard Raskind se transforma para siempre en Renée Richards.