Barenboim brilló en el Teatro Colón con su talento a prueba de todo
En su presentación al mando de la orquesta formada por músicos árabes e israelíes que él mismo fundó en 1999, el maestro se presentó con un fragmento de la ópera "Tristán e Isolda"
Hay dos cosas en Barenboim que se encuentran al margen de cualquier discusión: su talento fuera de serie y el hecho de ser un hombre que nunca le escapa a la polémica.
Anoche, durante la segunda presentación de su "Festival de Música y Reflexión", el pianista argentino confirmó que no en vano es considerado por los críticos más prestigiosos del planeta como una de las mejores batutas del mundo.
Al mismo tiempo, como pasa con los grandes genios que exceden el ámbito exclusivo de la disciplina en la que se destacan, el brillo de Barenboim opaca todo los rastros incómodos que acompañan la estela de sus movimientos.
Ese pareciera ser el truco: no importa lo que haga o diga abajo del escenario, porque desde los conservadores más recalcitrantes hasta los puritanos de izquierda, todos se rendirán ante él, nomás comienza a mover sus muñecas para indicar los primeros compases de la obra que va a interpretar.
En este caso, a poca gente le importó que el Teatro Colón incluyera en su calendario 2014 de conciertos a los que se debe acceder sí o sí con alguno de los abonos de Temporada, `versiones reducidas` -eufemismo utilizado para no tener que decir `fragmentos`- de una ópera interpretada por una orquesta extranjera que, por decir un número, no se encuentra entre las 20 más importantes del mundo, hablando en términos estrictamente musicales.
Sin embargo, las 3.000 personas que concurrieron anoche al Colón para presenciar el Acto II y parte del III de "Tristán e Isolda", aplaudieron a pie juntillas al director, a sus músicos, y al reparto que interpretó a Tristán (Peter Seiffert); Isolda (Waltraud Meier); Brangania (Ekaterina Gubanova); el Rey Marke (René Pape), y Melot (Gustavo López Manzitti).
La West-Eastern Divan Orchestra (WEDO) es una de las notables iniciativas impulsadas por la Fundación que Barenboim creó junto a su gran amigo, el fallecido intelectual palestino Edward Said.
Este proyecto, si bien le trajo más de un dolor de cabeza al director orquestal en la región de la que provienen los integrantes de la WEDO, le ha otorgado un sinfín de reconocimientos a nivel mundial por su apuesta a la concordia y la paz en Medio Oriente.
Es innegable que la presencia de Barenboim y su orquesta en el Teatro Colón es uno de los hechos artísticos más importantes del año, que se vuelve prácticamente imbatible con Martha Argerich compartiendo escenario en tres de las nueve galas anunciadas.
Sin embargo, un solo concierto gratuito al aire libre programado para un domingo a las 11 de la mañana parece recordar irónicamente aquella frase del comercial "Televicio" que Les Luthiers interpretaba en su obra "La tanda": "Cultura para todos en su horario habitual de las 3 de la mañana".
El precio de las localidades remanentes que quedaron disponibles por fuera de los abonos para las presentaciones en el Colón convierten en inaccesible al espectáculo de Barenboim para la gran mayoría de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires que mantienen con sus impuestos al coliseo porteño.
El reparto entre espectáculos gratuitos y pagos dispuesto por el Gobierno de la Ciudad para esta serie de conciertos contradice la lógica que debería tener un festival financiado casi íntegramente con fondos públicos: el Teatro Colón ya tiene asignado su presupuesto para este año, con lo cual no es cierto que sea necesario vender miles de entradas a precios exorbitantes para poder pagarle a Barenboim.
Si a esto le sumamos que el otro evento "libre y gratuito" que forma parte del "Festival de Música y Reflexión" es una charla entre Baremboim y el ex jefe de gobierno español Felipe González, el chiste de Les Luthiers deja de tener gracia, y es allí adonde vuelven a aparecer los rastros incómodos de la estela que el talento deberá evaporar arriba del escenario.