La quinta visita de Carlos Indio Solari a Tandil para encabezar una cita rockera que excede largamente lo musical, fue una fiesta de encuentros y ratificaciones de cara a una multitud que recibió aquello que fue a buscar al Hipódromo de esta ciudad del sudeste de la provincia de Buenos Aires.
Más de 80.000 espectadores que en la noche del sábado colmaron el lugar pero no generaron el tumulto de noviembre de 2010 (en la que fue la segunda de sus tres actuaciones en solitario aquí), disfrutaron de una celebración donde el hecho de estar, de ser parte, es más trascendente que la propuesta musical en sí.

Manteniendo viva la llama generada en tiempos de Los Redondos (que dos veces sacudieron Tandil), Indio Solari concretó su 13er. recital solista desde el fin de la mítica banda y a partir de 2005, para volver a hacer equilibrio entre escogidos clásicos del grupo y una selección de los temas que poblaron sus tres álbumes individuales.

Pasadas las 22, el artista calvo de 62 años, dio por comenzado el segmento sonoro de un ritual que sus seguidores iniciaron desde las primeras horas del día trasladándose hasta Tandil y copando los alojamientos, campings y parajes del lugar y de sus alrededores.

A la hora de la música y acompañado por Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado (Gaspar Benegas y Baltasar Comotto en guitarras, Marcelo Torres en bajo, Hernán Arramberri en batería, Alejo von der Pahlen en saxo y Ervin Stutz en trompeta y trombón), el Indio volvió a ser único lo que todos esperaban.

"Todos a los botes", "El tábano en la oreja", "Ceremonia durante la tormenta", "Pabellón séptimo", "El tesoro de los inocentes" y "Flight 956", fueron algunas de las canciones de “El tesoro de los inocentes (bingo fuel)”, “Porco Rex” y, sobre todo del más reciente “El perfume de la tempestad”, visitadas anoche.

Pero nuevamente quedó la sensación que esas piezas donde Solari ratifica búsquedas estéticas, fueron la lograda excusa para que sus seguidores pudieran estallar con las canciones de sus tiempos al frente de Los Redondos.

“Superlógico”, “Vamos las bandas”, “Juguetes perdidos” y “Un ángel para tu soledad” formaron parte de un recuerdo revitalizado en el presente por alguien que puede seguir diciendo aquellas cosas y un público que continúa encendiéndose con ellas.

El cierre con el denominado “pogo más grande del mundo” al ritmo de “Ji ji ji” le puso fin a una velada donde el rock fue una incendiaria excusa para movilizar voluntades.