Tita Merello, se dice de mí
A 117 años del nacimiento de un ícono de Buenos Aires.
Se dice de ella.
Se dice que nació en un conventillo de San Telmo (Defensa 715), el 11 de octubre de 1904.
Su padre, Santiago, manejaba un mateo. Y su madre, Ana, era planchadora.
La desgracia llegó temprano para Laura Ana Merello. El padre murió de tuberculosis cuando ella tenía siete meses y junto a su madre se quedó viviendo en una extrema pobreza, tanto fue así que para que la pequeña se alimentara la madre la mandó a un orfanato.
“La gente que toqué en mi infancia me dejó cicatrices imborrables” dijo años después, cuando ya contaba su vida en los medios, cuando ya era Tita Merello.
A los 10 años la mandaron a un campo en Magdalena, porque le habían diagnosticado erróneamente la enfermedad que mató a su padre. En ese campo hizo cosas inadecuadas para una niña, se hizo mujer a la fuerza y en todos los sentidos.
A los 12, volvió a Buenos Aires y se fue con su mamá a vivir a una casa precaria en la calle Corrientes 1318. En la Corrientes angosta.
“Esta Corrientes es tan ancha, que ya nadie se conoce”.
Para sobrevivir hizo de todo, incluso prostituirse.
Y comenzó a deambular por los teatros como corista, no para ser actriz ni cantante famosa, solo para comer. Debutó cantando en “Las Vírgenes de Teres”, en 1920, y su actuación fue desaprobada. Sólo faltaron los tomatazos.
Pero cuando tenía 18 años, una puertita de luz se abrió y la dejó entrar.
La llevaron a una obra de teatro en el Maipo y le encontraron su don: cantaba tangos que nadie cantaba y lo hacía como ninguna, con un estilo muy personal.
Se ganó sus primeras luces: Tita Merello, la vedette rea.
Ya pasados los 20 aprendió a leer y a escribir, de la mano de un amante que tenía que intercalaba caricias con diccionarios. Su carrera seguía creciendo a base de tangos reos y zumbones. Y su paso por diferentes obras teatrales le fueron dando relieve.
Grabó los tangos “Te acordás, reo”, “Tata, llévame pal centro” y “Te has comprado un automóvil”.
Y en 1925 estrenó el tango “Leguisamo solo” que luego cantaría Gardel.
A propósito de Gardel, cuenta la leyenda que estuvo presente en una de las actuaciones de Tita, pero mucho no le gustó su forma. Ella pagó con la misma moneda cuando le llegó su turno: “A Gardel lo agigantó su muerte”.
Con esas cartas en la mano, la convocaron para hacer cine. Participó de la primera película sonora del cine argentino: “Tango”. Se estrenó el 27 de abril de 1933 y fue la primera producción de lo que sería luego Argentina Sono Film.
Libertad Lamarque, Pepe Arias, Azucena Maizani, Mercedes Simone, Juan D’Arienzo, fueron los nombres principales del film. Junto al de Tita y al de un actor al que Tita conoció en ese rodaje y que unos años después se metería para bien, para mal y para siempre en su vida: Luis Sandrini.
Tita Merello ya era una figura de la escena y del tango. Había creado junto a Sofía Bozán una nueva cara del género, el tango humorístico, femenino y transgresor. Ella era así, un cacho mal hablada, auténtica, gruñona, brutal. “Escondo la ternura, porque estoy llena de miedo”. Inmensa auto descripción.
Tita era sincera, frontal, femenina y relevante. Y en una época machista, supo poner límites.
“Mirá esa mina, qué piernas que tiene, cómo la arrinconaría”, escuchó en un pasillo. Y ella respondió: “¿A quién vas a arrinconar vos, cachivache?”.
La película que la consagró como actriz dramática fue “La fuga”, estrenada el 28 de julio de 1937. Allí hizo su primer papel protagónico actuando junto a Pedro Petrone y Santiago Arrieta. Su actuación fue muy elogiada por la crítica. En ese film cantó maravillosamente “Niebla del Riachuelo”, que de inmediato se editó por orden del director.
Bajo la dirección de Lucas Demare llegarían sus grandes películas. “Los isleros”, donde hizo el papel de Rosalía, la Carancha.
“Guacho”, con la que ganó el Cóndor de plata a la mejor actriz.
Y “Mercado de abasto”, un gran éxito donde Tita canta la inmortal “Se dice de mí”.
SANDRINI
En 1942, Tita Merello y Luis Sandrini iniciaron un romance tumultuoso, que tuvo de todo. Desengaños, pasión, dolor y amor en cantidades equitativas.
Tuvieron una convivencia sin papeles, él se la pasaba cayendo en tentaciones y ella quería mantener enhiesta su individualidad.
En el 48, Sandrini fue convocado desde España para filmar la película “Olé, torero” y le pidió a Tita que se fuera con él. Pero ella ya había ganado mucha popularidad con “Don Juan Tenorio” y recibió una oferta para hacer uno de los grandes papeles de su vida: “Filomena Marturano”.
La película estrenada en 1948 fue un éxito.
Allí cantó un tango que le caía de perillas: Pipistrela.
Ese que empieza …
Hay un coso al mercao que me mira
Es un gringo engrupido de criollo …
“Filomena Marturano” estuvo trece meses en cartelera y significó la consolidación definitiva de Tita, que llegó a ser comparada con Bette Davis por ese papel.
Tal fue el éxito que también se hizo una versión teatral. Esa obra y ninguna otra fue la primera que fue a ver en su vida en Buenos Aires un jovencito que le haría luego las mejores entrevistas a la gran Merello. Llegaba de General Villegas y se llamaba Antonio Carrizo.
La decisión de no acompañar a Sandrini a España y quedarse a hacer “Filomena Marturano” significó el final de la relación.
Sandrini se enamoró de una muchacha jovencita llamada Malvina Pastorino y Tita se quedó con su soledad forjada en acero. Más allá de que se le atribuyeron varios romances y relaciones, nunca curó su herida. Jamás lo volvió a llamar por su nombre, de ahí en más fue solamente Sandrini y cuando Don Luis murió Tita lo despidió como su verdadera viuda, lo que causó escozor en Malvina Pastorino.
Tita escribió algunos tangos. Uno de ellos se llamó “Llamarada pasional” y se lo dedicó a Sandrini.
EXILIO EN EL 55
Como Tita era amiga de Eva Duarte y simpatizaba con el Peronismo, la revolución del 55 la obligó a un exilio forzado.
Se fue a México, no consiguió demasiado trabajo y retornó esporádicamente a la Argentina para aceptar una propuesta de su amigo Hugo Del Carril, también proscripto, para trabajar juntos en un parque de diversiones de Morón.
Llegó más adelante la televisión. Debutó en 1962 con un programa llamado “Tangos en mi recuerdo” y luego hizo una gran aparición en una telenovela de Alberto Migré “Acacia Montero”.
Volvió a tener protagonismo como comentarista en los “Sábados circulares” de Pipo Mancera a finales de los 60.
Y después con programas propios donde era acompañada por Víctor Sueiro. A partir de una experiencia que le salvó la vida, en esos programas no se cansaba de recomendar a las mujeres que se hicieran el papanicolau.
En los 80 hizo la película “Las Barras bravas”, que fue la número 30 y la última de su carrera.
Ya eran tiempos de religiosidad, de esconderse de los medios y de depresión.
Era amiga de Osvaldo Pacheco, de Tito Lectoure, de Mercedes Carreras y de René Favaloro, que le preparó una habitación exclusiva para ella en la Fundación, donde Tita terminaría sus días.
Había sido diagnosticada de cáncer de mama y metástasis cerebral cuando se quedó dormida pasado el mediodía de la nochebuena de 2002 para no volver a despertarse.
A los 98 años había muerto Tita Merello.
Tita de Buenos Aires.