Por Lorena Di Geso

Pocas veces vi dialogar un piano con un tango como lo vi aquella noche. El calor de cada nota era mucho más que una melodía armónica y perfecta. Se sentía en las entrañas. Sí, algo absolutamente mágico.
 
“Para un pianista clásico es más difícil tocar un concierto de pequeñas piezas que una sonata de Beethoven”, se justifica. Y claro, ante tamaño sonido queda muy poco por decir… No hay nada que explicar, Martín…
 
Después de oírlo tocar en vivo en la Fundación Beethoven de Buenos Aires, decir que posee un gran talento sería menospreciarlo. No le cabe esa mera descripción a este artista de Pehuajó que haría conmover a las propias piedras si lo escuchasen.
 
Es de esos pianistas que superan toda preparación técnica, que están más allá, que pueden hacer propia cada partitura y llenarla de un ímpetu irrepetible. Así fue, así será siempre.
 
Martín Leopoldo Díaz colmó una sala del centro de la ciudad que salió fascinada con su música. Vale aclarar que este magnífico concertista argentino recorre gran parte del interior de nuestro país pero pocas veces nos regala su destreza en el teclado en esta Capital. Definitivamente, la cuna del 2x4 necesita más de vos.
 
De un exquisito ‘A media Luz’, hacia una deliciosa ‘Nostalgia’, pasando por ‘Grisel’ y, en un descuido buscado,  alguna milonga que acude al encuentro de tan sublime melancolía. Como él mismo asegura… “cada obra cuenta una pequeña historia”. Pero sus manos cuentan mucho más que eso.
 
Son esas veces que te duelen las manos de tanto aplaudir. Fue un homenaje a Osmar Maderna pero sin olvidar lo más clásico del género.
 
Da igual si es Baires o Nueva York. “Si yo tuviera el corazón (…)” suena del mismo modo mientras el piano lo invita a bailar a él sobre sus cuerdas. Impecable.