Alemania despidió a las veintiuna víctimas mortales de la estampida humana que tuvo lugar el pasado sábado en el festival tecno Love Parade. 

Fue con una ceremonia oficial de luto en la iglesia del Salvador en Duisburgo, el principal templo evangélico de la ciudad.

La canciller Angela Merkel, el presidente Christian Wulff, el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, el presidente del Bundestag, Norbert Lammert, y Hannelore Kraft, la jefa de gobierno del estado de Renania del Norte Westfalia, al que pertenece Duisburgo, estuvieron presentes en la misa ecuménica.

"En una fiesta en la que reinaban las ganas de vivir, la muerte nos mostró la peor de sus caras", dijo en su sermón el presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica, Nikolaus Schneider.

Las campanas de todas las iglesias de Duisburgo sonaron al mismo tiempo antes de que diese comienzo el funeral, mientras la ciudad entera guardó un minuto de silencio por las 21 víctimas de la tragedia, entre las que se encuentran dos estudiantes españolas de 22 años que acababan de terminar un intercambio con una beca Erasmus en la Universidad de Münster.

En la iglesia sólo pudieron entrar unas 500 personas, únicamente familiares y allegados, representantes de la política y sociedad alemanas, agentes de seguridad, servicios médicos y prensa.

Las decenas de miles de ciudadanos siguieron el acto desde las pantallas colocadas en otras iglesias de la ciudad, así como en el estadio de fútbol MSV Duisburg.

El alcalde de Duisburgo, el cristianodemócrata Adolf Sauerland, sobre el que cada día aumentan las peticiones de dimisión, también participó del funeral. El conservador es cuestionado por los organizadores, la policía y las autoridades políticas, pero se niega a abandonar su cargo.

La Love Parade acabó en tragedia cuando el único acceso al escenario principal, un túnel, se vio abarrotado de gente que, asustada, provocó una estampida en la que murieron 21 personas asfixiadas y más de 500 resultaron heridas, de las cuales 25 siguen hospitalizadas.