Tras más de dos semanas de protestas con millones de personas en las calles, decenas de muertos, centenares de detenidos y millares de heridos, Hosni Mubarak renunció a la presidencia egipcia.

Quien fuera líder egipcio y socio privilegiado de Estados Unidos por tres décadas decidió entregar el poder al más importante grupo político del país y del cual surgió: las Fuerzas Armadas.

Lo anunció el designado por el mismo Mubarak vicepresidente, el represor Omar Suleimán.

En una declaración por la televisión pública, dijo que la decisión fue adoptada “por las difíciles circunstancias que atraviesa el país” y que encargó que maneje el Estado “al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”.

La repleta plaza Tahrir, de El Cairo, recibió con aclamaciones y banderas agitadas la noticia, de la cual desconfiaron en un principio.