Guerra de desgaste
El costo de una guerra de envergadura puede escaparse de las manos del agresor cuando se extiende más allá de los cálculos originales.
En los primeros 23 días de la invasión a Ucrania, iniciada el 24 de febrero, Rusia gastó algo así como 19.900 millones de dólares, según economistas y asesores del gobierno ucraniano enrolados en el Center for Economic Recovery. Un dineral. La ofensiva relámpago, como pretendía Vladimir Putin que fuera la mentada operación militar especial, pasó a ser una guerra de desgaste contra el gobierno de Volodymyr Zelensky, privándolo de suministros, bloqueando su acceso al Mar Negro y provocando una estampida de millones de refugiados. Una campaña de largo aliento.
La única artillería disponible de Estados Unidos, Europa y sus aliados para frenar las ínfulas de Putin, ante el impedimento de una respuesta militar por no verse agredido ningún país miembro de la OTAN, se concentró en las sanciones contra Rusia y la ayuda a Ucrania. Parte significativa de las reservas rusas, más de 600.000 millones de dólares, quedó bloqueada por el paquete de restricciones comerciales y financieras. El costo económico creció en forma considerable, así como el más importante, el humano, con miles de muertos, heridos y desaparecidos.
Rusia aceptó el reto. Las exportaciones de carbón, gas y petróleo le han reportado ingresos de 63.000 millones de euros en los dos primeros meses de la guerra, según el Centro de Investigación de Energía y Aire Limpio. El 70 por ciento de esas compras correspondió a países europeos. Las facturas rondan los 44.000 millones de euros. Eso animó a la compañía estatal Gazprom a amenazar a Polonia y Bulgaria con el corte de los suministros de gas. Les exige a esos países y otros tildados de hostiles el pago en rublos, no en euros ni en dólares. ¿Qué deberían hacer? Abrir una cuenta en rublos en Gazprombank, sucursal Suiza.
La Unión Europea repone que los contratos están firmados en esas monedas, no en la rusa, mientras procura reducir las importaciones por medio de nuevas sanciones al tiempo que 400 empresas occidentales bajaron sus persianas en Rusia. ¿Qué impacto puede tener el pago del gas en rublos en los dominios de Putin? Mínimo. Se trata de otro aporte a la propaganda doméstica, de modo de demostrarles a los suyos quién impone las reglas y de dividir a Europa. El plan de Putin entró en vigor el 1 de abril.
Polonia y Bulgaria importan, en forma respectiva, el 45 y el 80 por ciento del gas que consumen, según la Agencia Internacional de la Energía. No temen graves consecuencias mientras transcurre la primavera en el hemisferio norte. Las reservas de Polonia, del 76 por ciento, le aseguran grandes volúmenes de gas natural licuado. Tanto ese país como Bulgaria llevan años procurando disminuir la dependencia de Rusia. Tenían previsto que sus contratos con Gazprom expiren a finales de 2022.
Sólo Hungría y Eslovaquia accedieron a los nuevos términos. El resto insiste en pagar el gas ruso en euros o en dólares. Problema de Putin si puede cobrar a raíz de las sanciones, así como si puede pagar sus deudas para no caer en default. En marzo, el banco norteamericano JP Morgan, corresponsal de Rusia, aceptó sobre la hora el pago en dólares con intereses. En abril no pudo. Cuanto más gaste Putin, mejor, arguyen, pero también evalúan un corte total del suministro de gas a Europa. Algo improbable, aunque podría llevarla a una recesión. Especialmente, a Alemania e Italia, los principales clientes de Gazprom.
Como se trata de una guerra de desgaste, la aparente impotencia de Occidente se traduce en el efecto a mediano plazo de las sanciones. Una batería sin precedente para ganar tiempo. Mientras las tropas de Ucrania ralentizan el avance de las rusas después de haber impedido la toma de Kiev y de haber hundido el barco insignia de su flota en el Mar Negro, Ucrania se convierte en el país en guerra que recibe más ayuda militar de Estados Unidos desde Vietnam del Sur en 1972. Estados Unidos, a su vez, ejerce el poder de controlar el acceso al dólar, la moneda de reserva mundial.
El progreso más lento de la guerra inflige a Rusia un daño mayor al militar. El económico. Las sanciones no son inmediatas. Suelen tardar en surtir efecto. Los cambios en la economía llevan su tiempo, así como el desacoplamiento de las cadenas de suministros globales, el acceso al financiamiento y, finalmente, las exportaciones. Las sanciones impactan, sobre todo, en los sectores de la economía que están sujetos al comercio internacional, como las aerolíneas. Las rusas usan Boeing. ¿Cómo repondrán sus piezas?
Los vaivenes de los mercados, atados a la coyuntura y a las expectativas, responden a un riesgo. El de una recesión en Rusia, por más que Putin pretenda utilizar oro y bitcoin en sus transacciones. Literalmente, la OTAN se ha convertido en el arsenal de Ucrania y Europa paga a regañadientes los gastos de Rusia. Del otro lado del mostrador, China puede ser el socio solapado de Rusia, pero, con su paciencia ancestral, le vende caro y le compra barato. Una victoria silenciosa en un capítulo de la guerra, el económico, mientras el rival de ambos, Estados Unidos, invierte fortunas en recuperar su estatura moral.
Jorge Elías
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