Kriptonita para Super Mario
La caída del primer ministro italiano, Mario Draghi, refleja la distancia entre los juegos políticos y los intereses de la ciudadanía.
Trepida Europa. El derrumbe del gobierno del primer ministro de Italia, Mario Draghi, supone mayor tensión en un continente vapuleado por la guerra en Ucrania, la nueva ola de la pandemia, la inminente crisis energética por la dependencia de gas ruso, la mayor suba de tasas de interés en los últimos 22 años, una inflación galopante del orden del 7,6 por ciento en la zona euro, un calor infernal e innumerables focos de incendio a raíz de la sequía por la falta prolongada de lluvias.
Italia, miembro del G7, se encamina hacia elecciones anticipadas el 25 de septiembre a pesar de los reparos de la mayoría de sus ciudadanos, hartos de estar atados a un juego de suma cero que crea y quema políticos como si fueran muñecos de cera. Sus vecinos europeos temen que surja de ese juego un gobierno afín a la extrema derecha, tradicionalmente cercana al presidente de Rusia, Vladimir Putin.
El incendio político de Italia añade incertidumbre. La diputada Giorgia Meloni, lideresa de Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), partido romano como ella nacido de las cenizas del posfascismo, y presidenta del grupo del Partido de Conservadores y Reformistas Europeos, encabeza todos los sondeos para suceder a Draghi, en funciones con facultades acotadas hasta nuevo aviso.
Meloni, de ganar las elecciones, sería la primera mujer en el cargo. ¿Por qué preocupa? Por la analogía con los gobiernos ultraconservadores de Polonia y de Hungría mientras la Unión Europea afina el lápiz para el reparto de los 750 millones de euros del plan de recuperación de la pandemia, llamado NextGenerationEU.
Desde 1946, cuando se instauró la república, 31 primeros ministros italianos formaron 67 gobiernos con un promedio de 13 meses de gestión cada uno. Draghi, apodado Super Mario cuando presidía el Banco Central Europeo, duró 17 meses. No pudo con la kriptonita diseminada por uno de sus principales socios de la coalición gubernamental, el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de otro ex primer ministro, Giuseppe Conte, cuyo gobierno fue tumbado, a su vez, por un miembro de la misma coalición, Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga. Eran socios entre 2018 y 2019.
La caída de Draghi, desalentada hasta cuando pudo por el presidente Sergio Mattarella, lejos está de ser una excepción a la regla en Italia. Giuliano Amato permaneció en el Palazzo Chigi apenas un año tras sustituir a Massimo d’Alema en abril del 2000. El cargo, formalmente llamado presidente del Consejo de Ministros, ha sido ejercido desde ese año por nueve mandatarios. Diez, en realidad: lo ocupó dos veces Silvio Berlusconi, la tercera pata de la coalición con la alicaída Forza Italia hasta que dejó a su merced a Draghi. Berlusconi es el único que se ha mantenido en casi cuatro años de legislatura entre 2001 y 2005.
Seis de cada 10 italianos respaldaban la estabilidad de Draghi hasta las elecciones de 2023. En vano, así como la petición de 1 500 alcaldes para evitar su renuncia. El desgaste, cual resultado del juego político, coincidió con los de otros que, como Draghi, se caracterizaron por rechazar desde el comienzo la invasión rusa de Ucrania.
Entre ellos, el primer ministro británico, Boris Johnson, más allá de sus tropelías y sus excesos trumpianos; el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en caída libre en las legislativas después de haber sido reelegido, y su par de Estados Unidos, Joe Biden, amonestado por su propia tropa.
No sólo son tiempos de convulsiones, sino también de implosiones en un plan de suma cero ajeno a los intereses de la ciudadanía.
Jorge Elías
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