En el año 2003, Carlos Menem intentaba volver al poder, y se presentó a elecciones después de la caída de Fernando De la Rúa y el interinato de Eduardo Duhalde. Luego de la primera vuelta, si bien se impuso, la diferencia con el segundo, Néstor Kirchner, era apenas de dos puntos porcentuales y todo indicaba que sería ampliamente derrotado en el ballotage.

Ante eso, decidió un cambio de rumbo en su campaña para intentar torcer los pronósticos y contrató a un afamado publicista que le dijo: “La campaña es sin vos, estás viejo”. No alcanzó, el ex presidente se bajó de la segunda vuelta y Kirchner fue proclamado presidente. Pero la idea del publicista era certera y si se hubiese aplicado antes, bien pudo mejorar su performance electoral inicial.

En los Estados Unidos, el presidente demócrata Joe Biden, tiene una imagen pública deplorable. El proceso inflacionario poco habitual en esas latitudes, los errores permanentes en materia de política exterior que cuestan vidas norteamericanas y sus papelones repetidos en actos públicos, lo han puesto en un lugar de muy baja consideración social.

Y frente a eso, los estrategas del partido demócrata han decidido intentar “correrlo” de la campaña electoral por los comicios de medio término, centrándola en los propios candidatos y tratando de que los votantes omitan la existencia de Biden.

No solamente la imagen actual del presidente es nociva en la campaña, todos temen que vuelva a cometer errores poco recomendables en sus presentaciones, que lo consoliden en el ridículo, como cuando hace solamente días, cuando confundió cual de sus hijos había muerto. 

Ese tipo de cuestiones, que se repiten con cada vez mayor frecuencia, dicen, “ensucian” la campaña de los postulantes a ocupar bancas fundamentales en el Congreso.

El problema de los demócratas es la voluntad de exposición del propio Biden, que parece no tener una adecuada autopercepción y gusta de exhibirse públicamente, porque en definitiva, en lo que piensa, es en su propia reelección.