La versión rusa del TEG
Como si jugara al TEG, Putin tiró los dados contra Ucrania para marcar su territorio y disuadir a la OTAN.
Primero se mezclan las cartas. Luego, los jugadores ponen fichas de colores, que representan ejércitos, en un mapamundi alternativo. No puede haber dos ejércitos en el mismo país. Cada jugador debe cumplir dos objetivos. Gana el primero en alcanzarlos. Las reglas del Plan Técnico y Estratégico de la Guerra, juego de mesa más conocido como TEG, cuadran con la estrategia de Vladimir Putin: fijar el límite de facto de Rusia al depositar buena parte de sus fichas en las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk mientras acumula otras en la península de Crimea y Bielorrusia.
¿China ataca a Kamchatka?, como en el juego de mesa. Peor aún: Europa asiste a uno de sus mayores conflictos bélicos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Putin tiró los dados y ordenó la embestida contra bases militares y defensas antiaéreas en toda Ucrania, así como el desplazamiento de tropas en Mariupol, a la vera del mar de Azov, y el puerto sureño de Odessa. Pese a estar en las hipótesis de las agencias de inteligencia ucranianas y occidentales, el abrupto movimiento de fichas de Putin provocó un terremoto político y económico con muertes, daños y alzas del precio del gas y del petróleo.
Cada vez que Putin tira los dados, como ocurrió con la anexión de Crimea en 2014, procura cumplir los dos objetivos que le fija su carta: mantener los dominios heredados de la vieja Unión Soviética, sin ánimo de resucitarla, y disuadir a sus rivales en el tablero, la Unión Europea y Estados Unidos. En la versión rusa del TEG, como en la original, hay países que no son tales. La región ucraniana de Donbass, donde se encuentran las dos repúblicas supuestamente emancipadas, emula en el tablero de Putin la península de Kamchatka, también supuestamente liberada del yugo de Moscú.
Los objetivos secretos del TEG pueden ser de ocupación o de destrucción. Con la vía libre para el uso de tropas en el exterior, aprobado por el Senado de Rusia, Putin opta por ambos. La ocupación, por un lado, y la destrucción, por el otro. La destrucción, en este caso, de los acuerdos de Minsk, capital de Bielorrusia, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). Fijaban desde 2015, un año después de la toma de Crimea, el cese el fuego, no respetado, y el restablecimiento del control de Ucrania en la frontera con Rusia, ahora dilapidado.
En cada turno del TEG, un jugador puede atacar otros países o reagrupar sus fichas en los propios siempre y cuando sean limítrofes. La guerra de Georgia y la anexión de Abjasia y Osetia del Sur representaron una victoria heroica para Putin en 2008, así como el estatus especial de Transnistria, Estado con reconocimiento limitado dentro de Moldavia. La creación de Estados de facto implica crear tapones (Buffer States, en la jerga geopolítica) para atenuar ataques con la mayor cantidad de fichas posible y, en el caso de Rusia, frenar el afán de expansión de la OTAN a pesar de la venia del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
En su momento, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, invitó a Ucrania y a Georgia a sumarse a la OTAN. Rusia sintió un golpe en la mandíbula. Tras la caída del último presidente prorruso de Ucrania, Víktor Yanúkovich, líder del Partido de las Regiones, asentado en la región de Donbass, Putin movió sus fichas. Ocurrió en 2014. La protesta masiva en la plaza principal de Kiev, Maidán, llamada Euromaidán, precipitó la ocupación rusa de Crimea, vital para el control del Mar Negro y, desde sus costas, del Mediterráneo, Medio Oriente y el norte de África. Una aspiración rusa de larga data.
Desde Bielorrusia, con su protegido como presidente, Aleksandr Lukashenko, alias “el último dictador de Europa”, Putin regó sus fichas hasta el Mediterráneo. China, esta vez, no ataca a Kamchatka. Como aliado de Rusia, Xi Jinping espera y ve con su propia versión del TEG si prospera la táctica de disuasión de Putin, elevada a la enésima potencia con la declaración de la guerra, y puede mover sus fichas hacia Taiwán, en alerta tras la violación de la soberanía de Ucrania.
¿Por qué Ucrania le importa tanto a Rusia? Era la segunda de las 15 repúblicas soviéticas hasta que obtuvo su independencia en 1991. Es, desde entonces, algo así como el pie de Rusia en Europa. De ser ocupada por la fuerza, naciones de la órbita soviética incorporadas a la OTAN como Estonia, Letonia y Lituania podrían verse en apuros. Estados Unidos, ganador de la Guerra Fría, también acusa el impacto del golpe de Putin. Sobre todo, después del fracaso en Afganistán e Irak. Sus ciudadanos rechazan el envío de tropas para defender causas que les resultan lejanas y ajenas en un año de elecciones de medio término vitales para los demócratas y Joe Biden.
Si bien ninguna guerra tiene justificación, la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania con bombardeos y tiroteos se basa sobre un presunto pedido de ayuda de las denominadas repúblicas populares de Donbass, en guerra desde 2014 con los separatistas rusos. Las reglas de versión rusa del TEG no incluyen la diplomacia ni la desescalada, por más que ese país sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, máximo responsable del mantenimiento de la paz y la seguridad del planeta. Una paradoja. Dios no mezcla las cartas ni tira los dados.
Jorge Elías
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