¿Otra primavera árabe?. Tal vez. En aquella ocasión, unos 50 jóvenes universitarios egipcios, hombres y mujeres, educados en Europa, generaron el último gran movimiento político de masas en Medio Oriente, usando Twitter. 

El fenómeno iraní tiene similitudes y diferencias. Hay un disparador, un homicidio brutal, ridículo, injustificable. Pero uno más. Había, como en la Primavera Árabe un caldo de cultivo, un hartazgo. También se produjo un efecto multiplicador y los estudiantes (en este caso las), entraron a la lucha demoradas, no la iniciaron.

Y son más jóvenes. El movimientos estudiantil femenino no existía, ni se habían conocido en universidades europeas de élite, donde las mujeres y los hombres viven vidas en igualdad de condiciones. Se gestó de la propia violencia estatal.

Las estudiantes que se unieron a la lucha de mujeres, jóvenes ellas, adolescentes, se encontraron con compañeras asesinadas por el propio régimen, que a su vez, cortó las comunicaciones vía internet. Ni las redes ni los servicios de mensajería funcionan. 

Pero las chicas salieron a las calles y en ellas se organizaron, boca a boca, puerta a puerta, se articularon, se masificaron y hoy, protagonizan la lucha con un heroísmo inusitado, enfrentan al régimen violento desde sus 15, 16 o 17 años. Luchan por su futuro, se lo ganan en las calles, ponen su vida en juego, cada una por todas ellas.

Las luchas las ganan los jóvenes, siempre ha sido así. Los regímenes vetustos, aún armados, aún salvajes, incluso criminales, ceden ante el coraje de la juventud. Es esperable que los adolescentes varones iraníes ganen las calles con sus compañeras en poco tiempo, por los derechos de ellas. Eso pondría punto final a la pérfida dictadura.