El reciente robo ocurrido en la finca de Shaw Farm, que forma parte del "estate" real de Windsor, ha suscitado inquietudes en torno a la seguridad de la familia real británica. Este incidente tuvo lugar en la noche del 13 de octubre, cuando dos ladrones enmascarados accedieron a la propiedad, situada en un área considerada de alto nivel de seguridad, donde residen el príncipe William, la princesa Kate y sus tres hijos. 

Los ladrones lograron escalar un muro para ingresar a la granja en funcionamiento y sustrajeron una camioneta Isuzu negra y un quad rojo. Según informaciones proporcionadas por la policía de Thames Valley, los delincuentes utilizaron un camión robado para atravesar una de las puertas de seguridad de la finca. Hasta la fecha, no se ha realizado ninguna detención y la investigación continúa. 

En el momento del robo, el rey Charles III se encontraba en Escocia y la reina Camilla estaba en un spa en la India. A su vez, la familia real estaba durmiendo en Adelaide Cottage, ubicada a solo cinco minutos de la granja, lo que añade un nivel de preocupación respecto a la vulnerabilidad del entorno familiar. El hecho ha puesto de manifiesto que, a pesar de las medidas de seguridad presentes en el castillo de Windsor, existe un aparente fallo en la prevención de este tipo de incidentes.

Los ladrones debieron conocer previamente la ubicación de los vehículos y haber elegido un momento propicio para llevar a cabo el robo sin ser detectados. Además, se ha señalado que la alarma del castillo no se activó hasta que los ladrones habían cruzado la barrera de seguridad, lo que genera preguntas sobre la efectividad de los sistemas de seguridad en una de las residencias más protegidas del Reino Unido.