El presidente se autoexcluyó del poder
Alberto Fernández declaró que el poder no tiene quien maneja la lapicera, sino quien es capaz de "convencer". Pero su credibilidad está a niveles subterráneos.
El presidente Alberto Fernández, conmemoró en la CGT la muerte del General Juan Domingo Perón, y dejó algunas frases dedicadas a su vicepresidenta, Cristina Kirchner, que parece ser el único objetivo de sus palabras, cotidianamente.
Hace tiempo, el presidente no hace más, en sus declaraciones públicas, que responder palabras de su vice. En este caso, la frase tan utilizada por Cristina, respecto al uso de la lapicera, fue la que decidió controvertir, aunque confusamente el presidente.
“El poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, el poder pasa por ver quién tiene la capacidad de convencer. Convencer es una tarea mucho más ardua, pero es más segura”, dijo el presidente y en relación a que Perón "convenció a millones de argentinos que hasta el día de hoy lo sienten vivo, nunca necesitó de una lapicera. Me parece que tenemos que recordar todas esas enseñanzas que fueron importantes”.
Ahora bien, si el presidente no usa la lapicera porque cree que ahí no está el poder, el problema es mayúsculo. Porque tampoco tiene poder de convicción. Su imagen pública está destrozada, no hay manera que el 70% de la gente le crea nada, y hay otro 20% que no le cree lo suficiente, con lo cual, convencer, no parece ser una opción para él.
Si es por eso, su vicepresidenta Cristina Kirchner, tiene un poder de convicción mas sólido. Mantiene, de acuerdo a la encuesta, un piso electoral de entre el 20% y 30% tan firme como el que mas.
Es además, la líder mas relevante de la coalición de gobierno. Porque ninguno de los otros dos componentes de la misma, abarca semejante volúmen de voto sólido.
En realidad, Alberto lo que tiene es el poder formal. Es lo único que tiene. Y solo puede explotarlo usando la lapicera que dice no querer usar. Hoy, parece imperioso un relanzamiento del gobierno que muestre un rumbo, y el presidente puede hacerlo, con la lapicera en la mano. Si la usa, el golpe de timón podría, tal vez, convencer y modificar el destino de un gobierno que hace meses, parece groggy.