Redes sociales, censura y "contaminación democrática"
El gobierno anunció un inútil sistema de control del único ámbito de máxima y absoluta libertad de expresión popular.
El secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la Nación, Gustavo Béliz, dio señales de vida después de dos años y cuatro meses en su cargo, para presentar un proyecto que pretende limitar la libertad de expresión en las redes sociales.
En esa presentación, Béliz dijo que presentará un proyecto para “profundizar los lineamientos centrales del uso de las redes sociales para el bien común. Estamos trabajando con un estudio pionero que marca y propone un pacto para el buen uso de las redes sociales y que dejen de intoxicar el espíritu de nuestra democracia”, sentenció, contundente.
La voluntad de Béliz de que las redes dejen de intoxicar la democracia es loable. Pero también es compleja. En realidad, habría que elaborar un plan integral para desintoxicar la democracia. Porque la democracia está intoxicada por la corrupción, por las listas sábanas con las que nos vemos obligados a votar a un montón de tipos que no sabemos quienes son y depués aparecen en un zoom besando un seno, como mínimo.
La democracia esta intoxicada porque la teoría de la representanción política no existe más, nadie se siente representado por nadie. Los intereses contrapuestos de las personas no encuentran representanción en ningún otro. La gente no confía en quienes van an las boletas electorales, como no confía en nadie que le hable desde un lugar de supuesta autoridad, no confía en estas líneas. Confía en sí misma y en sus pares, con los que interactúan por redes sociales.
Las noticias falsas no circulan solamente por redes sociales, circulan por todos los medios por los que le es posible, incluso y especialmente, los medios tradicionales. Sea porque el medio "se come" una operación política o porque participa de ella.
Las personas se acostumbraron a conocer las opiniones de sus pares por las redes sociales, de modo que el objetivo de Béliz es directamente imposible. Si moderan una red aparecerá otra, menos vulnerable a la moderación y así sucesivamente. Y además, es censura.
¿Que moderador está en capacidad de definir si tal información es cierta o es falsa? ¿Que fuerza superior le aporta al moderador la objetividad absoluta y celestial para juzgar si tal o cual opinión es nociva y que otra es "buena"?.
En las últimas elecciones en los Estados Unidos, las empresarios de redes usaron su poder para censurar las opiniones de uno de los candidatos, el entonces presidente Donald Trump. La censura fue manifesta y abierta. Junto a otras diversas operaciones políticas y de medios de comunicación lograron su objetivo: Trump perdió, después de un sospechoso recuento de votos que duró una semana. Antes de ese recuento eterno, el entonces presidente norteamericano, iba ganando.
La libertad de expresión, sea por vía de las redes o por el canal que se nos ocurra, es el único derecho con doble protección constitucional. El artículo 32 dice con meridiana claridad: "El Congreso federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal". La palabra "imprenta" hoy representa cualquier modo en que se plasme la expresión ciudadana.
El afán por regular todo, lo que sea, es una de las características que definen, justamente, la degradación de la democrcia, su intoxicación. La misma clase política la intoxica, con sus arrestos desesperados por limitar todo aquello donde se amenaza su privilegio de clase. Porque la política esta diseñada para ser un coto cerrado donde unos pocos manejen los intereses de todos, y hoy su mayor amenaza, es la libertad de expresión y su canal, las redes sociales.