(Por Esteban Jacyna) Más del 80 por ciento de San Juan es desierto. De arena, pedregullo, serranías, precordillera, espinazos de roca que la atraviesan y definen como provincia. El agua es una rara Avis y el verdor una excepción fortuita de la naturaleza o un resultado del empecinamiento humano.

El polvo y el sofocón nos dicen de nuestra existencia precaria.

Reflexiono, como un quejoso citadino demandante de aire acondicionado, en un lugar donde el respeto por lo natural adquiere otra dimensión.

Los camiones regadores juegan un juego perdido e insisten en transformar lo que no es.
Así y todo, hombres y mujeres hacen de esta empresa un destino. De estas geografías una pertenencia.

Vivir en los márgenes de lo posible. Admirable capricho humano de estas tierras, hechas de tierra y sudor.

La 4 x 4 nos lleva cómodos, a los saltos a veces, pero 3000 centímetros cúbicos de motor contienen a nuestro servicio la fuerza de una tropilla.

Alguien pide bajar la ventanilla para sacar una foto. Inmediatamente el confort alterado del resto de los ocupantes obliga a abortar la maniobra. Hace mucho calor y entra mucho polvo. La foto registrará la ventanilla interpuesta entre el paisaje y nuestra quisquillosidad.

Las camionetas siguen trepando en estas tierras donde se justifica sin pretextos la doble tracción. Nuestro destino es Manantiales, donde nos aguardan los mulares y la caballada. Mientras la trocha apenas contiene los vehículos en un precario equilibrio, los abismos se pierden en infinitos quiebres. Mirando hacia atrás entre los corcoveos del viaje se hace difícil reconocer a la distancia la ínfima línea en que se va convirtiendo el camino recorrido.

Nosotros llevamos dos horas por el ripio y el pedregullo, dando rodeos para esquivar hondonadas, de ángulos tan a pique, que por momentos no dejan ver ni siquiera el fondo de esos abismos.

Las camionetas siguen trepando por nosotros, pero pronto nos van a abandonar. Para seguir el camino mutarán en mulas.

San Martín, en este punto ya llevaba siete días de marcha, desde el campamento de El Plumerillo en Mendoza.

Cruzó durante días con miles de hombres, animales y pertrechos. Habrá que saber como supo del agua, los pastos y las leñas.

VER FOTOGALERÌA POLVO Y ROCA.