Giuseppe Verdi, genio de la música y unificador
La vida del músico italiano que compuso “La Traviata” y “Rigoletto”.
Giuseppe Fortunino Francesco Verdi nació el 10 de octubre de 1813 en Le Roncole, población cercana a Busseto, perteneciente a la provincia de Parma, en el norte de Italia. Fue el primer hijo de Carlo Giuseppe (posadero) y Luigia Uttini (hilandera).
El pequeño Giuseppe mostró interés por la música desde temprana edad, y a los trece años hizo su primera presentación en público, cuando reemplazó a un músico en un espectáculo en su pueblo e inesperadamente encontró un hueco para tocar lo que él había creado. Fue un suceso.
Verdi se unió a la Sociedad Filarmónica, uno de cuyos directores era Antonio Barezzi, un comerciante que lo apadrinaría y se convertiría en su protector.
Para 1830, Verdi era ya el líder de la filarmónica. Había estudiado con el maestro Provesi, quién en su momento reconoció que no tenía nada más que enseñarle.
Un año después, se comprometería con Margherita Barezzi, la hija de su protector, a la que le había dado clases particulares de canto y piano. Entre corchea y corchea, nació el amor.
Tras estudiar con Vincenzo Lavigna, quien le dio a conocer la música italiana del pasado y la alemana de la época, fue nombrado maestro de música de Busseto en 1836, el mismo año en que contrajo matrimonio con Margherita.
En el 39 alcanzó un éxito significativo en Milán, con su primera ópera (Oberto, conde di San Bonifacio).
Ese éxito le hizo firmar un contrato importante con el teatro de la Scala, en Milán, pero tras el éxito llegó el fracaso con su obra “Un giorno de regno”. Y ocurrió algo mucho peor.
En poco tiempo, murió su mujer (de encefalitis) y sus dos hijos en un accidente.
Quiso abandonar su carrera musical, pero con el estilete clavado para siempre en su corazón siguió abrazándose al arte.
Lo que le devolvió el entusiasmo para componer fue la lectura del libreto de Nabucco, una obra escrita por un italiano de apellido Solera y basada en el Antiguo Testamento y la historia de Nabucodonosor. A Verdi le fue encargada la música.
Y el resultado fue sensacional.
Con este éxito, Verdi no sólo consiguió su consagración como compositor, sino que también se convirtió en un símbolo de la lucha patriótica por la unificación política del país.
Se instaló en Milán y se hizo amigo de algunos personajes influyentes.
En 1851, se estrenó Rigoletto.
Es una ópera en tres actos con música suya y libreto en italiano de Francesco María Piave, basado en la obra teatral “El rey se divierte”, de Víctor Hugo.
Fue estrenada el 11 de marzo de 1851 en el teatro La Fenice, de Venecia.
En la cima de su inspiración, Giussepe Verdi compuso dos años más tarde “El Trovador” y “La Traviata”, para completar una trilogía de obras maestras.
La Traviata, basada en una adaptación teatral de “La Dama de las Camelias”, de Alejandro Dumas hijo, se estrenó y recibió algunas reprobaciones del público sobre todo por la actuación de la soprano Fanny Salvini, pero un par de años después, con otras versiones, llegó a convertirse en un clásico de todos los tiempos.
A partir de ese momento de gloria, Verdi compuso sólo aquello que deseaba componer.
Su producción decreció en cuanto a número de obras, pero aumentó proporcionalmente en calidad.
El gobierno egipcio le encargó la ópera “Aída” para el teatro de ópera construido para celebrar la apertura del Canal de Suez en 1869.
A Verdi se le ofreció la enorme suma de 150.000 francos por la ópera, que se estrenó en El Cairo en 1871.
Después de Aída, Verdi prácticamente se retiró de la escena.
Sólo compuso un par de óperas a pedido, sobre textos de Shakespeare: Othello y Falstaff. Este fue su canto del cisne.
La mañana del 21 de enero de 1901, Giuseppe Verdi sufrió una embolia en el Grand Hotel de Milán, justo después de una visita de su médico.
Sentado en el borde de la cama, empezó a temblar mientras se abrochaba el chaleco. Los gritos de la doncella atrajeron a su hija María, que llamó al médico del hotel mientras esperaban que regresara el de cabecera.
Su diagnóstico fue una parálisis del lado derecho de su cuerpo, debido a un derrame cerebral.
La noticia de la enfermedad del compositor quedó un tanto ensombrecida por la muerte de la reina Victoria, pero en seguida cobró vigor nuevamente.
En la mañana del 26 de enero, ya nadie pensaba que Verdi sobreviviría a ese día. A las cuatro de la tarde, los médicos informaron que no habría más boletines sobre la salud del músico y a las 11 de la noche, le comunicaron a la familia que Verdi había entrado en un coma irreversible.
Falleció a las 2:50 de la madrugada del 27 de enero de 1901.
Tenía 87 años.