Fría madrugada de un domingo. Enciendo el teléfono celular de la radio. Varias llamadas perdidas. "Papá de Rita". 

Rita. Que habrá pasado. Tuve miedo. Terror. Qué habrá pasado. Y si era la peor noticia del mundo?. Y si Rita se había muerto. Y si su corazón había dicho basta?. Mientras me preguntaba todo esto, Llamaba al buzón de voz. Nada. No había mensajes. Solo llamadas perdidas. "Papa de Rita". 

Y si llamo mas tarde?. Pero si necesitaban algo?. Y si era una buena noticia?. 

Demasiadas preguntas. 

"Hola, soy Marcela. Qué paso"?. 

"Rita entró a quirófano. Llegó el corazón. La están trasplantando ahora".

Rita. Pequeñita de Chajarí.

Nos dijimos pocas palabras. Apreté fuerte el teléfono. Rita estaba ahí, con sus médicos, despidiendo a su viejo y cansado corazón. Todo el milagro estaba en marcha. "El otro" estaba esperando para latir dentro suyo. Había que ser prudentes. Lo fuimos. Lo fueron. 

Conocí a Ariel en la puerta de la Fundación Favaloro. Hombre humilde, de pocas palabras, las necesarias: "MI HIJA SE ESTA MURIENDO. NECESITA UN TRASPLANTE". Qué mas agregar, no cierto?.

Cada vez que lo iba a ver le avisaba que me espere en la puerta y ahi estaba: con la foto de la nena impresa en un enorme papel, un rosario en su otra mano. Manos de laburante. Manos que necesitaban volver acariciar a su chiquita. Fueron muchos los días en que charlamos, que los conocí, que supe de su historia de trabajo, de esfuerzos, de peregrinar por hospitales, de haber dejado todo en su pequeña ciudad y venirse a esta gris Buenos Aires con un solo objetivo: QUE SU HIJA PUEDA SOBREVIVIR. 

En nuestro trabajo y cuando conocemos a familias como las de Rita hay cuatro momentos: el conocernos, el ser un puente, A CONCIENCIA, del valor de donar órganos y tejidos, abrir micrófonos al pedido desesperado. Después, y en el mejor de los casos cuando llega ese gran momento y hay que esperar las 72hs posteriores a la operación y el maravilloso: VOLVER A CASA.

"Rita va a salir, vas a ver. Cuando quieras acordarte ya van a estar en casa jugando..." le decía a Ariel. El sonreía con esperanzas. Algunas vez le prometí: "Cuando Rita cumpla sus 15 años quiero que me inviten eh. Va a ser una gran fiesta para tu princesa". "Te lo prometo" respondía él ya mas relajado.

Los días pasaron, Rita y su corazón se iban conociendo, se acostumbraban el uno al otro.

"Rita vuelve a casa". Y así fue. Pasaron muchos años ya... En poco tiempo Rita va a cumplir sus 15, intentaré cumplir con lo prometido.

En Rita están los que ha podido volver a sus casas, los que han dormido al lado de sus hijos, de sus maridos, esposas, hermanos. En Rita están los que esperaron durante tantos días y hasta meses ese llamado que diga: "Hay un órgano compatible".

Pero ...

Están los otros, los que no pudieron, los que no llegaron, los que no pudieron tener una segunda oportunidad ...

Porqué algunos sí y otros no?. No lo sé. Es una explicación que no me cabe dar a mi, no la tengo tampoco.

Hace unos años me operaron en el Instituto del Diagnostico. Estuve unas horas en terapia intensiva. Ya recuperada mamá me cuenta: "En la habitación de al lado hay un chico muy grave, se llama Martin. Lo golpearon en un boliche. Dicen que esta muy grave".

Me voy a casa. Cuando voy hasta el ascensor lo vi a Martin en su cama. Tenia parches en sus ojos. Eran un chico hermoso. Jovencito. Sus papás estaban en la sala de espera. "Han donado sus corneas", escuche.

A los pocos días Martín CASTELUCCI falleció, y sus papas, amorosos seres humanos, donaron sus órganos y también tejidos.

En este tiempo como periodista de calle conocí historias, de las mas maravillosas, de las mas conmovedoras, esas que tienen final feliz, las que quisiera contar siempre ...

Conocí padres y madres que han rezado en pasillos de hospitales, familias de mucho dinero que han podido viajar otros lugares del mundo pero que en hospitales públicos han encontrado el milagro de la vida, conocí padres que no tenían dinero ni para comprarse un café, conocí padres que se hubieran arrancado su corazón con tal de extender la vida de sus hijos...

Conocí a padres y en ellos a abuelos, hermanos, novios y novias que han vuelto a casa solos. Vacios. Sin nada. Con la sensación de haber perdido. Con la muerte a cuestas. 

Como Renzo Antonelli que como pocos la peleó hasta el ultimo suspiro de su corta vida. Comos sus papás y abuelos que han sido generosos y hoy tienen su Fundación para acompañar a otros que han pasado lo que ellos. 

Y los incondicionales, con sus ambos y uniformes: los médicos y los enfermeros, los que desde el lugar de origen hasta el destino y con los segundos contados llevan en sus aviones o ambulancias el milagro mismo. Ni mas ni menos.

Y están esas familias que ahogadas en el dolor de la pérdida logran mutar el sufrimiento y entienden que TODOS podemos ser parte de la vida de un tercero, alguien que jamas vamos a conocer. A ellos también hay que recordarlos, agradecerles, tenerlos presente... siempre.
 
Por las Rita, Por los Martin o los Renzo: tenemos mucho por hacer, por aprender y comunicar.

Por lo pronto mi pequeña amiga en poco tiempo cumplirá sus 15 y celebrará ESTAR VIVA y yo, haberlos conocido