Las Malvinas, ¿son uruguayas?
Es el interrogante que plantea un nuevo libro de investigación histórica, cuyos autores son un ingeniero argentino y un arquitecto charrúa. "Sólo profundizamos en documentos existentes", dicen
Largos años lleva ya la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas, cuyo dominio tuvieron españoles, franceses, británicos y argentinos. En la actualidad y tras la guerra de 1982 que dejó al Reino Unido la posesión del archipiélago ubicado en el Mar Argentino, pocos han reparado en el eventual papel que puede llegar a tener Uruguay como reclamante válido del archipiélago austral.
Un nuevo libro de investigación histórica, a cargo del arquitecto uruguayo Juan Ackermann y el ingeniero argentino Alfredo Villegas Oromí, plantea un interrogante que puede poner incómodo a más de uno. Bajo el título Las Malvinas, ¿son uruguayas? (Editorial Botella al Mar), Ackermann y Villegas Oromí arrojan luz sobre una cuestión que en el país vecino jamás se ha tratado con seriedad: la argumentación de cómo las Malvinas podrían ser pasibles de reclamo por parte del Estado uruguayo.
La base de la argumentación de Ackermann y Villegas se centra en la posesión jurídica que tenía el puerto militar de Montevideo a mediados del siglo XVIII sobre el archipiélago de Malvinas, la isla de Tierra del Fuego y las costas patagónicas. Incluso la isla de Fernando Poo, casi frente a África.
“La corona española tenía tres apostaderos navales en América, desde donde dominaba los mares, islas y costas. Uno estaba en Lima, el segundo estaba en Cuba y el tercero era Montevideo”, explica Ackermann.
Sobre el reclamo argentino, Villegas arguye que nunca se reclamó soberanía nacional en ese acto. “En 1820, cuando el comerciante argentino Luis Vernet llega a las islas Malvinas sus motivos son económicos, no de soberanía. Había un enorme caos institucional y nunca hubo una posesión”, dice.
A partir de 1833, los ingleses establecen su dominio sobre las Falklands, pero a lo largo del siglo XIX las ligazones entre Uruguay y las Malvinas fueron muy grandes. El empresario anglouruguayo Samuel Lafone compró casi la mitad de una de las islas, una región conocida hasta hoy como Lafonia, donde crió ganado ovino y donde llevó gauchos orientales que legaron una buena cantidad de palabras en español al inglés de los kelpers.
Luego, muchos isleños estudiaron en colegios de Montevideo y se trataron en el hospital Británico. Hasta el presente, los isleños mantienen una relación afectuosa con Montevideo.
En el año 1841, España y Uruguay firman un tratado particular. “Es un tratado que casi nadie recuerda. En ese documento, España le cede las atribuciones que tenía el apostadero. Diecisiete años después, España hace lo mismo con Argentina, pero no podía darle lo que ya había dado. Ese ya es un argumento muy fuerte a favor de Uruguay”, explica Ackermann.
“Si eso no fuera lapidario, en 1972, cuando se firma el tratado antártico, se firma primero en el Senado uruguayo y luego en el Senado argentino. La base de esa firma es el tratado de 1841. Cuando los legisladores argentinos firmaron, estaban reconociendo ese tratado. Se ve que no leyeron lo que firmaban”, recalca Villegas. “Jurídicamente, nos corresponden a nosotros”, remata Ackermann. “Para mí, que soy argentino, fue muy duro darme cuenta de esto”, reflexiona Villegas.
Entre muchas otras, queda sobre este tema flotando la simple y enorme pregunta: ¿por qué Uruguay nunca reclamó las islas? “Nosotros no hemos descubierto nada. Sólo profundizamos en documentos que ya existían”, concluyen los autores.