Luis Federico Leloir, el tercer Nobel argentino
A 34 años de la muerte del científico que cambió la bioquímica.
La vida y la muerte. La muerte y la vida.
El 6 de septiembre de 1906, en la calle Víctor Hugo 81 de París, nació Luis Federico Leloir.
Su padre, el Dr. Federico Leloir había muerto una semana antes por una operación fallida. Allí estaba junto a su esposa Hortensia Aguirre Herrera, que había acompañado a su marido en avanzado estado de embarazo. Así, de una manera insólita, en una semana, la vida y la muerte jugaron a las cartas a metros de la Torre Eiffel.
Una vez retornados a la Argentina, Luis Federico se crio junto a ocho hermanos en unas amplias tierras que su familia había comprado entre San Clemente del Tuyú y Mar de Ajó.
Los estudios los realizó un poco allá y un poco acá. Cuando llegó el momento de elegir una carrera universitaria, entró en Arquitectura, en el Politécnico de París.
Volvió a Buenos Aires y se inscribió en Medicina. Y se recibió de médico, como su padre. Hizo las prácticas en el Ramos Mejía y en el Hospital de Clínicas.
Su jefe allí era el Dr. Bonorino Udaondo, quien le presentó a Bernardo Houssay.
Houssay había demostrado junto a Alfredo Biasotti el papel de la glándula pituitaria en la absorción de nutrientes a partir de los azúcares.
Luis Federico Leloir tomó la posta en esa investigación y se sumó al instituto de Houssay. Su tesis doctoral recibió el premio “Facultad” en 1934.
Eso definió su destino científico.
Bernardo Houssay lo siguió aconsejando y Leloir buscó más maestros en el exterior.
En 1936, en Londres, se incorporó al equipo del Dr. Gowland Hopkins, figura legendaria, ganador del Premio Nobel en 1929.
Allí se inició en las técnicas enzimáticas.
Regresó a Baires y se trajo aparatos para armar un gran laboratorio en el Instituto de Fisiología.
Junto al Dr. Juan Muñoz, Leloir investigó y aclaró el mecanismo de hipertensión arterial de origen renal.
Se casó con Amelia Zuberbuhler.
Viajaron a los Estados Unidos y en el 44 Luis se incorporó al Departamento de Farmacología de la Universidad de Washington.
Luego se fue a Nueva York, donde permaneció 8 meses avanzando en sus investigaciones.
En 1946 se enteró de que el industrial textil Jaime Campomar quería financiar un instituto de investigación bioquímica. Y allí, trabajando con el Dr. Caputto lograron descubrir el mecanismo por el cual los alimentos, una vez ingeridos, se transforman en glucosa y luego en glucógeno.
Esas etapas se conocen universalmente como el camino metabólico de Leloir.
Los avances de esta ciencia en la Argentina fueron ostensibles.
En 1958 se fundó el Conicet. Leloir fue designado profesor extraordinario de la UBA. Se creó el Instituto de Investigaciones Bioquímicas. El gobierno cedió el edificio de Obligado 2490 para que funcionase bajo la dirección de Leloir junto a la Fundación Campomar.
Bernardo Houssay había ganado en 1947 el Premio Nobel de Medicina y dijo que pronto Leloir ganaría algo similar.
Esto sucedió el 27 de octubre de 1970. Tras el logro de Saavedra Lamas en 1935 y el de Houssay en el 47, llegaba el tercer premio Nobel para un argentino.
El Dr. Luis Federico Leloir fue distinguido con el Premio Nobel de Química. Sus trabajos supusieron una verdadera revolución en la investigación bioquímica, y permitieron realizar importantes avances en medicina.
“Pocos hallazgos han tenido tanto impacto sobre la investigación bioquímica. Su labor y la que él supo inspirarnos brindaron un conocimiento real en el amplio campo de la bioquímica, donde anteriormente teníamos que conformarnos con vagas hipótesis. Una serie extraordinaria de descubrimientos cuyos méritos han revolucionado ahora nuestros conocimientos". Estos fueron parte de los fundamentos de la Real Academia de Ciencias de Suecia al concederle el premio.
“El verdadero premio del científico está en hacer buenos experimentos, no en los premios que se le otorgan por eso”, dijo.
Ese logro rompió la tranquilidad de los ámbitos laborales de Leloir, fustigado por periodistas y curiosos.
Se llegó a preguntar ante las cámaras: “¿cuándo recuperaré la paz?”.
Con su tarea fundamental, Leloir hizo posible nuevos tratamientos médicos. Buscó en sus logros una utilidad práctica y encaró la aplicación industrial de sus hallazgos.
Ayudó a los agrónomos al control de plagas y a conseguir un mayor rendimiento de los cultivos.
Posteriormente al Nobel, su equipo se dedicó al estudio de las glicoproteínas y determinó la causa de la galactosemia, una grave enfermedad manifestada en la intolerancia a la leche.
El Dr. Luis Federico Leloir falleció en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1987 a los 81 años, tras un ataque al corazón poco después de llegar del laboratorio a su casa. Fue enterrado en el cementerio de La Recoleta de la ciudad de Buenos Aires.
FRASES
“La vida del científico es bastante rutinaria. Generalmente tiene que repetir miles de veces la misma cosa. Por ahí sale bien el experimento y es allí donde está el premio. Debe ser igual que jugar al golf y embocar un hoyo”.
“Me sentí muy emocionado cuando gané el Nobel. Pero lo que más me asombró fue la reacción en cadena de la gente, que por desgracia empezó a conocer mi existencia”.
“Probablemente lo más importante fue la oportunidad que tuve de pasar mis días en el laboratorio y hacer muchos experimentos. Muchos fallaron, pero unos pocos tuvieron éxito, ya sea por buena suerte o por haber cometido el error adecuado”.