Vinculan el mito del Ragnarok con la peor catástrofe climática de la Historia, hace 1.500 años
¿Qué tienen que ver el Ragnarok con los inicios del Medioevo y la popularización del cultivo de centeno? Un estudio del Museo Nacional de Dinamarca relacionó el registro arqueológico en 539-541 con el Fimbulvetr, los tres inviernos que preceden al Apocalipsis escandinavo. Hace un milenio y medio, la población escandinava se redujo a la mitad en pocos años.
En la mitología nórdica, el concepto del fin del mundo, conocido como Ragnarok, se inicia con un invierno prolongado de tres años sin veranos intermedios, denominado Fimbulvetr. Recientemente, un estudio realizado por el Museo Nacional de Dinamarca y publicado en el Journal of Archaeological Science Reports sugiere que este mito podría estar vinculado a una catástrofe climática real que tuvo lugar hace aproximadamente 1500 años, afectando significativamente a Dinamarca y posiblemente causando la disminución de su población.
El investigador principal del Museo Nacional, Morten Fischer Mortensen, destaca que el estudio proporciona evidencia que sugiere que una de las mayores catástrofes climáticas en la historia de la humanidad tuvo un impacto devastador en Dinamarca. En el año 536 d.C., una serie de erupciones volcánicas violentas dispersaron cenizas y gases sulfurosos en la atmósfera, lo que provocó un oscurecimiento del sol y alteraciones climáticas globales. Este fenómeno se encuentra documentado en registros históricos del Imperio Romano y de la antigua China, donde se describe un sol pálido y frío, así como la incapacidad de los cultivos para madurar y la falta de visibilidad de las estrellas por un prolongado periodo.
Hasta el presente, no se contaba con evidencia concluyente sobre el impacto de esta catástrofe en las condiciones de vida en Dinamarca. Sin embargo, mediante el análisis de los anillos de crecimiento de más de 100 muestras de roble del siglo VI, los investigadores han podido demostrar que hubo un impacto drástico en las condiciones de crecimiento de los árboles. En particular, entre los años 539 y 541, se observó que los árboles no presentaron crecimiento, lo que se atribuye a otra erupción volcánica severa.
La falta de crecimiento arbóreo implicó que la agricultura también se viera seriamente afectada, lo que tuvo consecuencias desastrosas en una sociedad que dependía de la producción agrícola. Mortensen señala que otros estudios complementarios revelan una notable disminución en la producción de cereales, el abandono de áreas habitadas y la expansión de bosques sobre tierras agrícolas desocupadas. En regiones como Noruega y Suecia, se estima que la mitad de la población pudo haber sucumbido a las consecuencias de esta crisis, lo que sugiere que Dinamarca pudo haber experimentado situaciones similares.
Modelos climáticos indican que durante este periodo, la temperatura global descendió varios grados, y en la latitud de Dinamarca, se estima que pudo haber una disminución de más de 3 grados centígrados. Adicionalmente, hallazgos arqueológicos dan cuenta de eventos significativos en esta época, como el entierro de tesoros de oro, evidenciando la posible práctica de ofrendas a los dioses en un intento de apaciguar la situación climática adversa.
Este estudio no solo ilumina aspectos del pasado, sino que también invita a reflexionar sobre el futuro. Se plantea la cuestión de cómo las sociedades reaccionan ante catástrofes climáticas y si tales eventos conducen a conflictos o transformaciones sociales. Dada la actual preocupación por el cambio climático, es relevante considerar cómo las sociedades podrían adaptarse y sobrevivir ante circunstancias similares en el futuro.
Aunque no se puede establecer con certeza si la descripción del Fimbulvetr tiene sus raíces en la catástrofe climática del siglo VI, la coincidencia es notable. Si bien los mitos pueden parecer fantasiosos, también pueden contener elementos de verdad que reflejan experiencias pasadas. Hay especulaciones que sugieren que el Fimbulvetr podría estar relacionado con esta crisis climática, y las evidencias científicas que se presentan respaldan esta posibilidad.
Finalmente, se observa que a pesar de la devastación inicial, la agricultura experimentó un cambio en la diversidad de cultivos en los años siguientes, lo que contribuyó a una mayor seguridad alimentaria. El centeno, por ejemplo, comenzó a cultivarse con mayor frecuencia, dada su resistencia y menor dependencia de las condiciones solares en comparación con otros cereales. Este hecho sugiere que el pan de centeno, un alimento común en la actualidad, podría tener sus orígenes en tiempos de crisis climática.