¿Deben existir las primeras damas?
Irina Karamanos, pareja del presidente electo de Chile Gabriel Boric, ha dicho que los tiempos han cambiado y que la figura de la primera dama debería ser reformulada. Boric fue más contundente afirmó que no debería existir. ¿Cómo funciona esta figura en otros países y en la Argentina?
La institución de la primera dama nació con una función protocolar en Estados Unidos en el siglo XIX, pero cada vez es más cuestionada porque se la considera un resabio de la cultura de la desigualdad que confina a las mujeres a funciones decorativas o al rol de madre y esposa.
Sin embargo, han existido muchos ejemplos de mujeres fuertes que han cumplido ese rol. ¿Cuál es el papel que ocupa la pareja de un mandatario o mandataria? ¿Debe cumplir funciones solo por ser pareja? ¿Debe asignársele un presupuesto o personal especial a cargo del Estado?
Irina Karamanos, tiene 32 años, es cientista social, es la pareja del presidente electo de Chile, Gabriel Boric. Irina se formó en Alemania, en la Universidad de Heidelberg, es militante y delegada metropolitana de Convergencia Social, sostiene un bajo perfil y una activa militancia. Luego de la primera vuelta sostuvo que trabajaría por una sociedad " diversa, democrática, intercultural, libre de todas las violencias, feminista y ecológica".
El cambio generacional en Chile trae nuevas agendas y nuevas formas de militancia. Cuando le consultaron sobre la figura de la Primera Dama, sostuvo que “ hay que repensar el poder y las relaciones que emergen de él, vivimos en tiempos distintos”.
En julio de este año Boric fue más contundente en una entrevista y afirmó que suprimiría la figura de primera dama porque “no tiene ningún sentido. No pueden haber cargos en el Estado que tengan que ver o estén relacionados con el parentesco del Presidente o con nadie. Hay que generar una instancia que sea transparente, en función de méritos y de carreras , y no de lazos de sangre o afinidad con el Presidente”.
En México, Beatriz Gutiérrez Müller esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador suprimió la figura de Primera Dama por considerarla “clasista” y que la “compañera de un presidente no debe ser una sombra complaciente y silenciosa ante un sistema que perpetúa las desigualdades”.
Estados Unidos acuñó en el siglo XIX el término Primera Dama que es un título no oficial. No es un cargo electivo, no posee obligaciones oficiales, y no se percibe salario. Sin embargo, existe la Oficina de la Primera Dama de Estados Unidos como entidad que se encarga de organizar y coordinar las funciones de la primera dama como anfitriona de la Residencia Ejecutiva, y también está a cargo de todos los eventos sociales y ceremoniales de la Casa Blanca.
De hecho, Jill Biden, la esposa de Joe Biden, una docente muy comprometida con su profesión que había anunciado que no dejaría de trabajar, en estos días está sumamente ocupada eligiendo los adornos del árbol de Navidad de la Casa Blanca. Con ironía se pregunta Anabel Vázquez, columnista del diario El País de España: “Si fuera Kamala Harris la presidenta, ¿se encargaría su marido, Douglas Emhoff, de pensar de qué color son las bolas del abeto?”
En Estados Unidos cada Primera Dama ha tenido diferente comportamiento: desde el perfil tradicional de Melania Trump o de Barbara Bush, a mujeres fuertes como Michelle Obama, Hillary Clinton o Eleonor Roosevelt, una mujer con amplia participación en políticas públicas, que exponía sus opiniones en columnas de radio y muchas veces contradecía a su marido.
En el caso de las mujeres mandatarias, los hombres no suelen cumplir esa función.
En Alemania el esposo de Angela Merkel siguió siendo solo eso y continuó con sus actividades.
En Francia, con cada asunción de mandatario se suscita un extenso debate sobre el rol de la Première Dame, que no tiene estatus oficial, ni se encuentra definido en la legislación francesa, se cuestiona sobre todo la asignación de fondos públicos o personal.
En la Argentina la figura no está contemplada, aunque Eva Perón tuvo un altísimo perfil y fue mucho más allá de las funciones protocolares. Cristina Kirchner se hizo llamar “primera ciudadana” y hubo períodos como los de Carlos Menem y Raul Alfonsín, presidentes divorciados, que no tuvieron parejas que cumplieran ese rol. En el caso de Menem su hija Zulemita lo acompañó en algunas misiones protocolares.
En tiempos de feminismo, el rol decorativo o protocolar de la Primera Dama, que además no fue elegida ni accedió por mérito a su posición, parece fuera de época. Hace unos meses, cuando trascendió la foto de Fabiola Yáñez festejando su cumpleaños en Olivos, la presidenta de FEIM, Mabel Bianco, publicó una nota en Perfil en la que destacaba que ese rol es el resabio de la cultura de la desigualdad, afirma la Dra. Bianco: “Esto es algo que debe acabar porque la participación política de las mujeres debe ser por lo que ellas valen y no por ser representantes de sus parejas. Si se elige a una persona, quien convive con ella no debe tener ningún tipo de función especifica más que acompañarlo en lo protocolar, y esto no debe ser obligatorio. “