"FERNANDO, PRESENTE": la Argentina se levanta y pide justicia
El recuerdo del joven de 18 años recorre Dolores, Villa Gesell, Zárate, Mar del Plata, y el barrio porteño de Recoleta
18 de enero del 2020. Una noche que estaba destinada a que los jóvenes disfruten en Villa Gesell. De pronto, se generó un conflicto en el boliche Le Brique, un conflicto que se controló rápidamente. Muchos pensaban que todo iba a cesar ahí, a puertas cerradas. Sin embargo, lo peor sucedería afuera del boliche, a la vista de todos los presentes. Un grupo de deportistas salvajes saltaron cobardemente contra un chico de 18 años. Los amigos del chico intentaron frenar el acto, pero no lo lograron. Las patadas y los puñetazos seguían. Entonces, la tragedia que todo el país conoce. Así fue cómo asesinaron a Fernando Báez Sosa.
Ya pasaron 3 años desde que le quitaron la vida a Fernando. 3 años de lucha e incertidumbre, 3 años sin debido castigo para los responsables, 3 años sin justicia. María Graciela Sosa y Silvino Báez no están un día sin reclamar que los procedimientos necesarios sean ejecutados cuanto antes, aunque eso lamentablemente no les devuelva a su hijo. “Pido justicia, desde el fondo de mi corazón. Después, lo que sea de mi vida no me importa. Yo ya estoy muerta en vida”, asegura María Graciela.
Los Báez Sosa se asociaron con Fernando Burlando, abogado que los acompañara en esta búsqueda por dicha justicia que a veces parece perdida. El pedido de condena es simple: perpetua para todos los imputados. Sin embargo, esto es incierto, ya que no todos parecen tener el mismo grado de responsabilidad sobre el asesinato. Pero eso no detendrá a la familia, que seguirá transmitiendo su discurso.
El proceso judicial ha estado repleto de momentos reveladores, y es que los elementos presentes en el expediente ayudan a visualizar de manera más clara lo sucedido aquella noche en Villa Gesell. Pero lo que dejó sorprendido a muchos fueron las declaraciones de los acusados, los llamados rugbiers -palabra que, en estos momentos, suele ser sinónimo de “asesino”-. Estos individuos, defendidos por Hugo Tomei, esconden sus acciones con el consumo de alcohol, dicen no recordar a quién golpeaban, algunos intentan desligarse afirmando que no estaban ahí, y hasta se niegan a responder cuando les preguntan quiénes estaban presentes aquella noche, limitándose a decir: “No respondo por otras personas”. Con esto se hace evidente una clase de pacto de silencio entre ellos, el cual no parece estar teniendo mucho efecto, ya que la evidencia visual habla por sí misma.
El día es 18 de enero de 2023, y se cumplen 3 años desde que Fernando se fue. El juicio a los rugbiers se encuentra en su recta final, habiendo cerrado la audiencia de testigos, y las voces en la Argentina están más vivas que nunca. En este día de duelo, no solo para la familia Báez Sosa, se organizaron diferentes movimientos comunitarios en varios puntos del país. De esta manera, el pedido de justicia se vuelve más estruendoso y Argentina se para junto a Graciela y Silvino, demostrándoles que no están solos.
Se realizaron marchas en Villa Gesell, Zárate, de donde son oriundos los acusados; Mar del Plata, y hasta en el barrio porteño de Recoleta. Pero el epicentro del día fue la ciudad de Dolores, donde el mismo juicio se está llevando a cabo. Allí, en el Anfiteatro Municipal “Libres del Sur”, cientos de personas se unieron al grito de “Justicia, justicia” y “Fernando, presente”.
Los padres del chico quisieron iniciar el encuentro encendiendo unas velas en homenaje a su hijo, pero el viento del día dificultó la tarea. Ante esto, los presentes optaron por encender las linternas de sus celulares para mantener la intención viva.
Acto seguido, Graciela y Silvino plantaron un jacarandá, el árbol que más le gustaba a Fernando. Visto como sinónimo de vida y justicia, los vecinos de Dolores prometieron cuidarlo entre todos. “Ya lo veremos florecer en un par de años. Lo vamos a cuidar profundamente. De hoy en adelante, este será el árbol de Fernando”. Él ya no está, pero ese árbol crecerá y simbolizará todo lo que este joven fue y aspiraba a ser en vida.
Posteriormente, ocho amigos de Fernando desplegaron una bandera con su rostro y la tan reclamada petición: “Justicia”.
Finalmente, Silvino tomó la palabra. “Gracias por apoyarnos en este momento tan difícil de nuestra vida. Nos están dando mucha fuerza para seguir adelante pidiendo justicia. Esperemos que la Justicia actué como debe ser y el castigo sea ejemplar para que los jóvenes que ahora están en la playa divirtiéndose puedan volver a sus casas junto a sus familias”.
Le siguieron las palabras Graciela, que estaba rodeada por los brazos de su marido, su único soporte en este momento tan oscuro. “Un día Fernando quiso ir de vacaciones, empezamos a juntar para que él pueda viajar y ser feliz con sus amigos. Había terminado su secundaria, siguió con el CBC y pudo ingresar con mucho esfuerzo a la facultad de Derecho. Quisimos darle con Silvino esa posibilidad de disfrutar como toda la juventud se merece. Nunca pensamos que no iba a regresar. Era nuestro sol, hoy estamos vacíos”. Graciela no puede contener el llanto, como cualquier madre que imagina que eso también le podría haber pasado a su hijo.
Eso era lo único que Fernando quería: ir de vacaciones, las cuales precisaron de mucho sudor y trabajo de parte suya y de sus padres; regresar para seguir con su carrera; disfrutar con su novia Julieta todo el amor que pudieran; estar con su mamá y con su papá. “Creo que dentro de 10 años voy a poder estar haciendo lo que me gusta y disfrutando mi vida", redactó el mismo Fernando a puño y letra en una carta donde plasmó sus sueños y deseos para el futuro. “Amor, familia, amistades, cariño, unión, felicidad, conocimiento, viajar, conocer, conectarme”, son otras de las palabras que escribió. Del otro lado de la hoja, anotó, como si fuese su misión en la vida: “Conectar, amar, brillar y servir”.
Sin embargo, el chico que podría estar cumpliendo todas esas cosas que listó, hoy es llorado por un país entero por culpa de las acciones cobardes de unos chicos de Zárate que se sentían inmunes a cualquier castigo.
En palabras del abogado Mauricio D’Alessandro en diálogo con Nicolás Wiñazky y Carolina Amoroso, la razón por la que este caso es tan emblemático es porque “ocho ricos mataron a un pobre”. El estigma de esta sociedad donde la situación suele suceder al revés, ahora dio un giro de 180 grados: un asesinato presuntamente planificado con insultos racistas de por medio. Sin mencionar que no es la primera vez que estos chicos se ven envueltos en casos similares de violencia.
Ahora hablando términos generales, ¿Qué hubiera pasado si los límites hubiesen sido puestos cuando se debía? ¿Cuántos casos de agresión se hubieran prevenido? ¿Cuántas vidas tienen que perderse para que nos demos cuenta de la realidad en la que vivimos? Lamentablemente, hechos trágicos como el de Fernando no parecen generar conciencia colectiva, ya que las palizas en boliches no han cesado desde entonces, dando pie a la desesperanza y al pensamiento de que nada va a cambiar.
A pesar de todo, Graciela y Silvino no dejan ni dejarán de luchar, para que la justicia haga su deber y que ninguna otra familia tenga que sufrir lo que ellos sufrieron. Tal vez el cambio no sea inmediato, pero la condena justa es el primer paso que vela por la seguridad de todos los jóvenes, para que vuelvan a casa.
“Mi casa está vacía. Cuando me levanto y miro su cama tendida que está esperándolo, se que nunca volverá por culpa de lo que le hicieron. Quiero justicia, justicia por mi hijo”, exclama Graciela desconsolada. El cuarto de Fernando está vacío. Sus pertenencias sólo reflejan el dolor de que nunca va a volver. Pero ahí siguen, como recordatorio para que sus seres queridos peleen hasta el final, que no desistan en buscar lo que este chico merece. Y cuando lo logren, cuando la lucha haya llegado a su fin, Graciela y Silvino podrán sentarse en la cama de su hijo y ver su cuarto en paz, sabiendo que todo terminó. Las pertenencias de su hijo ya no van a desprender dolor, sino orgullo, amor y respeto por quien fue Fernando Báez Sosa.