"Yo antes ahorraba y ahora me estoy descapitalizando"
El protagonista, junto a Daniel Casablanca, de la obra Argentina al Diván, reflexiona sobre la situación del país, la economía, las necesidades de la gente, la solidaridad y los valores.
Conversar con Diego Reinhold es una experiencia extraordinaria. Inteligente, creativo, curioso e inquieto, ha demostrado a lo largo de su extenso recorrido como actor y director que tiene todas las herramientas y los recursos para subirse al escenario y sorprender. ¡Siempre! Ha descollado con sus inolvidables “unipersonales”, shows de “stand up” e innumerables espectáculos donde difícilmente se le pueda cuestionar el nivel de profesionalismo con el que encaró cada proyecto.
Hace una pausa, reflexiona, vuelve a repetir lo que dijo segundos atrás y no baja la vista en ningún momento. Muy por el contrario, se conecta con Alejandra Canosa para sostener cada una de las frases que van surgiendo en la entrevista, que arranca con la mejor onda y con la declaración de gratitud porque el público llena la sala del ND Teatro con “Argentina al Diván”, una comedia inteligente de Marcelo Cotton, que Diego protagoniza junto a Daniel Casablanca.
El texto es una versión libre de los protagonistas y Guadalupe Bervih, la mujer de Casablanca y directora de la obra, y está basada en un ciclo radial que se hizo hace algunos años. Es una comedia desopilante y reflexiva al mismo tiempo porque toca la fibra de ciertos temas que nos interpelan directamente al poner el foco en la Argentina como paciente de un terapeuta muy particular. Los protagonistas tienen recursos de sobra para que el público no les saque los ojos de encima.
-¿Cómo fue el proceso creativo de escritura y cómo surgió la idea?
-Empezamos a escribir durante la pandemia porque teníamos mucho tiempo para pensar y profundizar en los detalles y sutilezas. Fue un trabajo que hicimos con mucho amor y dedicación. Daniel y su mujer son amigos míos, así que el trabajo fue súper placentero y después de un tiempo decidimos buscar sala y darle para adelante. Ensayamos durante seis meses para finalmente estrenarla. Y el resultado es espectacular.
-¿Qué detalles tuvieron en cuenta para que el mensaje fuera claro sin bajar línea?
-Todo el tiempo tuvimos en cuenta lo importante que es no dejar a nadie afuera; es decir, contar la historia de la Argentina desde el humor, con todos sus complejos, sus traumas, sus imposibilidades, sus miedos, sus trabas, todo eso que sabemos que el país sufre desde siempre. Es un trabajo de muchísima investigación histórica, de responsabilidad y sensibilidad social. No tomamos partido ni le echamos la culpa a nadie, solo intentamos reírnos como si fuera una tragicomedia y que el público se divierta.
-Hay un trabajo visiblemente atractivo en la puesta en escena.
-Qué buena apreciación. La escenografía es de Marcos Aquistapace y me sorprendí mucho cuando Daniel sumó a Analía Morales, directora de arte, a quien yo no conocía y que viene trabajando con ellos desde hace mucho tiempo. Si bien tengo muchas obras de teatro encima, es la primera vez que descubrí a una directora de arte acompañándonos minuto a minuto en el proceso sin descuidar ningún detalle en los ensayos, utilería, diagramas, necesidades de la puesta en escena. En líneas generales fue un trabajo muy integral, incluida la música. Es más una obra de arte que un producto comercial.
-Imagino a la señora Argentina como una paciente psiquiátrica severa. ¿Cuál es la reacción del público?
-La gente se divierte muchísimo, el objetivo es reírnos de lo que nos pasa, de nuestra historia, de los símbolos. Porque no nos metemos solamente con los asuntos históricos de la Argentina; entran en juego el fútbol, las cosas que comemos, nuestras vivencias, con los grandes momentos del país. Tiene momentos nostálgicos y de mucha emoción. Mi madre me abrazó llorando y muchos de mis colegas me dijeron que fue lo mejor que hice en teatro y eso me sorprende porque tengo en mi haber obras que amé hacer y que fueron un éxito. Honestamente, no tengo manera de medirlo. Lo que sí siento es que, al estar arriba del escenario con un actor a quien yo admiro tanto, lo único que suelo hacer es dejarme llevar, mirarlo, observarlo y callarme cuando lo veo actuar. Es increíble ver lo que Daniel hace en el escenario.
-Estamos transitando un momento crítico y caótico en el país y casi sin pensarlo se estrena esta comedia que viene como anillo al dedo, ¿no?
-La obra se estrenó en este momento y sin premeditarlo y, como bien decís, es fruto de la casualidad.
-En este caso hablamos de la Argentina, pero en otros países tampoco es oro lo que reluce.
-No hay ningún país que esté en su sano juicio porque las democracias son muy jóvenes en todas partes y porque la condición humana guarda mucho de crueldad, de egoísmo y de miedo en su naturaleza y eso hace que las sociedades sean egoístas, que estén a la defensiva. Esta cosa belicosa de la humanidad que todavía no se soluciona. Somos humanos y tenemos esa parte oscura.
-¿Cómo recordás a la Argentina en tu infancia? ¿De qué se hablaba en tu casa?
-En mi caso particular, yo nací en una familia de militares y tengo un tío preso, con cadena perpetua. Yo nací antes de la dictadura y crecí durante ese período. Lo que viví alrededor esa etapa fue completamente ridículo y distópico. Hoy miro para atrás y pienso en el nivel de violencia, las cosas que se decían, que se sentían y las que yo percibía de chico. Eso no estaba bueno para ningún pibe y era la misma realidad para muchos de mis pares. Fui a un colegio católico, sólo para varones, hoy eso no existe más. Recuerdo haber sido sorteado con número alto para hacer el servicio militar. Hoy se lo contás a un pibe y se te queda mirando extasiado, pero si vas a Israel estás obligado a hacerlo durante dos años. El mundo no es igual en todos lados, Argentina tiene sus circunstancias y algo que yo percibo de lo que le pasa a nuestro país es que evidentemente, desde su constitución hasta hoy, hay una especie de saqueo constante, algo parecido les pasa a los países africanos o le pasó a la India. Tener muchos recursos hace que sea inviable porque entonces los países más poderosos, o los de los dos o tres imperios que hay sobre el planeta, tienen los ojos y los pies puestos sobre nosotros. Entonces, hay algo difícil de manejar porque dentro nuestro hay otros tan argentinos que como nosotros están aliados con eso. Hay una lucha en saber si somos soberanos con nuestros recursos o nos conviene aliarnos con el imperio. Desde que yo nací hasta hoy, se ha acelerado ese proceso, el saqueo cada vez es más grande y eso aumenta la pobreza.
-Relacionás la pobreza con el saqueo.
-Sí, relaciono la pobreza con el saqueo y quizás esté equivocado e invito a que me lo saquen de la cabeza, pero para mí es una ecuación muy fácil de hacer: cuanta más plata se ve del país, más pobres va a haber. Es matemático, no es un hallazgo. Cuando yo era chico había bajo índice de pobreza y hoy esos índices son pornográficos y debo decir lastimosamente que en el futuro esto se va a profundizar porque las tendencias son cada vez más oscuras, más complejas. No se cuándo se cortará el hilo, si se cortará o vendrá Elon Musk a ponernos una pantalla delante de los ojos y no a haber nunca más nada.
-¿Cómo te impacta lo que ves en la calle?
-Me pone triste caminar por la calle, por momentos ayudo al que puedo y otras veces tengo que ignorarlos porque me desborda la situación. En el subte, en el colectivo, en los bares… es un tema que hablo en terapia porque a veces no lo puedo sostener. Me compro un helado, salgo de la heladería y me lo piden. Sigo caminando y pienso que también tengo derecho a comer mi helado. Es muy difícil de asimilar todo eso.
-¿Cuál es tu reflexión respecto del nivel de educación en el país?
-No es sólo un tema de los maestros. Uno tiene que pelear por lo que cree que es justo, va más allá del poder de la educación. El mundo no se hizo para vivir dentro de un sistema sino para disfrutar e ir en búsqueda de lo que uno quiere: sea un sueldo, una pareja… el mundo es de orden espiritual no sistémico. La civilización vino para organizarnos, para progresar. Ni siquiera sé por qué nos hemos civilizado, no está dentro de mis facultades ni soy Dios para entenderlo. Todo el mundo debería cobrar un buen sueldo y poder vivir porque además, fíjate que es re loco: los países imprimen dinero para que la gente lo tenga en el bolsillo, no para que quede en manos de los poderosos y por eso creo que los sistemas están saturados.
-¿Cómo definirías la crisis en la que estamos inmersos?
-Es una crisis de sentido y está en marcha desde que tengo uso de razón. Hasta te diría que es una crisis civilizatoria que está transformando al mundo en algo que desconocemos y hay países que la van a sufrir más que otros.
-¿Cómo te llevás vos con tu economía de bolsillo? ¿Podés ahorrar o tuviste que recurrir a los ahorros para sobrevivir?
-Mirá, como muchas otras personas estoy pensando si me bajo de la obra social o salgo a vender ahorros para pagar algunos gastos que tengo que afrontar. Es una realidad que desconocía. Yo antes ahorraba y ahora me estoy descapitalizando. En un punto estoy fascinado porque parece el guión de una película y yo soy la víctima.
-¿Te paraliza la situación?
-Sí, me paraliza y me deja absorto porque no solamente estoy vendiendo mis ahorros, sino que los dirigentes o esas personas que tienen mucho poder de influencia sobre nosotros se ríen de los que pasamos por esa situación, ¿entendés? Y si festejan es porque tiene que ver con el poder de la crueldad, del morbo y de la perversión. Los grandes filósofos del siglo XIX advirtieron que esto iba a pasar con la economía y no nos dieron ningún tipo de solución, solo dijeron que si la cosa avanzaba iba a pasar lo que está pasando.
-Hablemos de tu costado solidario. ¿Cuánto tiempo hace que colaborás con la ONG Conceptos Sencillos?
-Estamos trabajando desde hace ocho años y albergamos a trece pibes, ya pasaron más de cien porque algunos entran y otros salen. Ayudamos a chicos de la primera infancia y eso me reconforta y me involucra más allá de las dificultades que tenemos por la situación compleja del país. En este momento tenemos una rifa con la que nos estamos financiando y el premio es un televisor de 70 pulgadas. Los que quieran colaborar pueden enviarme un mensaje a mi cuenta de Instagram @diegoreinhold o a la de @conceptossencillos.
Diego tiene claro que es muy complicado ser coherente en estos tiempos. “Se les pide transparencia a los demás, pero casi nadie se hace cargo de sus propias contradicciones”, dice categórico.
-¿Con quiénes te juntarías a conversar sin tiempo y qué temas abordarían?
-Elegiría un grupo de personas que se interesen como yo en el tema de la conciencia porque que ahí hay algo que pertenece a algo permanente, perenne, que tiene que ver mucho más con un plan a larguísimo plazo que con la experiencia de una persona finita. Hay algo que yo percibo desde siempre y que es el destino de la conciencia que arranca desde algo muy primitivo y tan básico como los organismos microscópicos, de las primeras organizaciones moleculares hasta lo que considero que es la gloria, el estado de felicidad completa de la existencia. Me pongo casi religioso, pero trato de hablar de algo histórico, de compartir experiencias con gente que tenga un nivel de conciencia más elevado que el mío. Gente con un nivel de sensibilidad más avanzada que me pueda dar más información sobre el destino de la humanidad, de las causas y los propósitos. Ese tipo de pensamientos me genera mucha paz más allá de la coyuntura de la actualidad.
-Mencionaste la palabra “propósito” y la remarcaste.
-Sí, porque creo que lo que relaté va más allá de todo, de la religión, de la familia, de la cultura, del trabajo, de la civilización, de las ideologías, de las cuestiones de género, de la democracia… El gran misterio de la vida, los rieles por los que vamos atravesando la tercera dimensión… todo eso me interesa muchísimo.
Y así se va Diego, agradeciendo la charla, entusiasmado, listo para caminar unas pocas cuadras hasta el Teatro ND Ateneo, donde los viernes y sábados se levanta el telón para que el público se divierta, repase la historia del país y se ría con ellos en cada uno de los bocadillos que eligieron para que “Argentina al Diván” sea un espectáculo altamente recomendable, imperdible.