Haití, el país que se cae a pedazos pero nadie habla al respecto
La situación del país más pobre de América se agrava cada vez más; entre el nuevo brote de cólera que amenaza a la población, y la constante violencia por parte de las pandillas, la esperanza de un cambio se ve lejana.
Un país olvidado entre los problemas, donde su población no ve esperanza. La situación en Haití con el paso de los años escala cada vez más; su población, que continúa viviendo entre los escombros de los terremotos que sacudieron a la isla en el 2010 y 2021, vive atemorizada a diario por las pandillas que controlan las ciudades.
Este lunes, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, aseguró que Haití vivía una situación "absolutamente de pesadilla", y llamó al envío de una fuerza armada internacional a la nación caribeña.
Sin embargo, los daños parecen irreparables: Cinco millones de haitianos luchando contra la desnutrición, el rebrote del cólera por la falta del agua potable debido al control total de las pandillas sobre la gasolina, constantes secuestros y homicidios, crisis política luego del asesinato del presidente el año pasado, ¿Será posible que se recupere?
Puerto Príncipe, la capital de la violencia
Dentro de la capital de Haití, Puerto Príncipe, se encuentra uno de los barrios que, de acuerdo a la ONU, es “uno de los más peligrosos del mundo”: Cité Soleil. Cadáveres descomponiéndose o siendo quemados en las calles, balas que cruzan las planchas de zinc, cartón y madera vieja que forman las viviendas donde se amontonan familias enteras, el barrio ha ganado su fama por ser el más pobre del país, que ya de por sí es el más pobre en toda América.
El crecimiento de la violencia e inseguridad en el barrio haitiano, ha hecho que Puerto Príncipe se convierta en una de las capitales más peligrosas del mundo, ocasionado el desplazamiento de 19.000 personas, entre ellas 15.000 mujeres, niños, niñas y adolescentes, desde agosto del 2020 de acuerdo con UNICEF.
“Las mujeres de la capital de Haití temen por su vida y la de sus hijos. Sufren secuestros, casas quemadas, asesinatos y desplazamientos, y sus vidas están en constante peligro por la persistente violencia de las bandas urbanas. Ya afectados por los efectos adversos del COVID-19, además de las catástrofes naturales del país, las familias haitianas siguen huyendo para salvar sus vidas”, aseguró Bruno Maes, Representante de UNICEF en Haití.
De acuerdo con la organización, las protestas sociales, la violencia de pandillas y el resurgimiento del cólera pueden mantener a más de 2,4 millones de niños fuera de las aulas de clase en este nuevo año escolar, que comenzó el 3 de octubre. La mayoría de las escuelas no han reabierto y seguirán cerradas si la violencia no disminuye.
De igual manera, en mayo de este año, más de 500.000 niños, niñas y adolescentes perdieron el acceso a la educación debido a la violencia relacionada con las bandas. De acuerdo con UNICEF, las pandillas mantienen el control de las escuelas, y los directores deben pagarle a los líderes para garantizar la seguridad del centro educativo. Al no poder seguir pagando, los directores se vieron obligados a cerrar las escuelas. Casi 1.700 colegios cerraron en el área metropolitana de Puerto Príncipe debido a los enfrentamientos entre bandas rivales.
Los conflictos con el petróleo
Luego de que en septiembre de este año, el primer ministro haitiano, Ariel Henry, anunciara que eliminaría los subsidios de los precios de los combustibles (que de inmediato aumentaron al doble), la banda delictiva más poderosa de Haití bloqueó el acceso a la terminal de combustibles más grande del país. Los pandilleros aseguraron que no reabrirían el paso hasta que renuncie Henry y los precios de los combustibles y los productos básicos bajen.
Hasta la fecha, el depósito de gasolina continúa bloqueado, siendo una de las principales causas del aumento de la crisis que se vive en el país. Tiene unos 40 millones de litros (10 millones de galones) de diésel y gasolina, y más de 3,2 millones de litros (800.000 millones de galones) de kerosene. Muchas gasolineras han cerrado, y otras se están quedando rápidamente sin combustibles.
La escasez de gasolina ha ocasionado que los hospitales reduzcan sus servicios, e incluso el cierre de empresas que distribuyen agua y alimentos, acelerando la crisis alimentaria que ya de por sí se vivía en el país.
De igual manera, tanto los bancos como las tiendas de comestibles se les hace difícil permanecer abiertos, además de que la situación ha hecho que le sea casi imposible a los trabajadores poder presentarse a sus empleos.
Entre tanto caos, ¿Dónde está la ayuda internacional?
Entre el 2000 y 2017, fuerzas de paz de la ONU intervinieron en el país para reforzar la seguridad y ayudar a reconstruir las intituciones democráticas, luego de que el presidente Jean-Bertrand Aristide fuera derrocado. Sin embargo, no dejaron una buena imagen en los haitianos. Los políticos locales han repudiado la idea de recibir ayuda de afuera, asegurando que las fuerzas de paz de la ONU abusaron sexualmente de niños y provocaron una epidemia de cólera que mató a casi 10.000 personas.
A pesar del descontento de una parte de la población, el primer ministro de Haití, Ariel Henry, pidió ayuda militar extranjera para poder tranquilizar la situación del país. A pesar del llamado de auxilio, aún no está claro qué países proporcionarían los miembros de dicha fuerza y cuál sería su tarea, lo que sí es seguro es que debe ser pronto.