La circulación del océano Atlántico desempeña un papel fundamental en el equilibrio climático del planeta. La corriente atlántica, que representa un componente esencial del sistema climático global, implica un patrón de flujo oceánico capaz de trasladar agua cálida desde los trópicos hacia el norte del Atlántico, al mismo tiempo que desplaza agua fría y densa hacia el sur. Este proceso es esencial para la regulación del clima, ya que redistribuye el calor y contribuye al mantenimiento del equilibrio térmico de la Tierra. Sin embargo, la estabilidad de este ciclo se enfrenta a serios riesgos que podrían desencadenar consecuencias significativas.

La Circulación Meridional de Inversión del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) se encuentra amenazada por los efectos del cambio climático, que ha provocado un aumento en las temperaturas globales y el deshielo de los glaciares. Investigaciones científicas han señalado que cualquier alteración en estas corrientes oceánicas podría tener un impacto considerable en los patrones climáticos tanto a nivel global como regional.

Un estudio publicado en la revista Science Advances documentó un debilitamiento de la corriente oceánica en las últimas dos décadas. Este fenómeno se ha visto exacerbado por el deshielo, que ha generado una acumulación de agua dulce en el norte del Atlántico, lo que a su vez ha contribuido a la desaceleración de la AMOC. Aunque las simulaciones iniciales sugerían que el colapso de esta circulación podría materializarse en el transcurso de un siglo, investigaciones más recientes han indicado que dicho colapso podría ocurrir en un período de tiempo considerablemente menor.

Un análisis reciente, que aún no ha sido publicado en una revista académica, ha implementado un modelo avanzado para realizar estimaciones sobre el posible colapso de la corriente. Este estudio sugiere que la AMOC podría colapsar entre los años 2037 y 2064, con 2050 siendo identificada como la fecha más probable para este evento crítico.

Un colapso de la corriente del Atlántico tendría efectos profundos en diversas regiones del mundo. En las primeras décadas posteriores al colapso, se anticipa que el hielo ártico avanzará hacia el sur, alcanzando en un plazo de un siglo la costa sur de Inglaterra. Simultáneamente, se preve una drástica disminución de las temperaturas en Europa y América del Norte. Regiones de vital importancia ecológica, como la selva amazónica, también experimentarían cambios significativos en sus patrones estacionales.

Los investigadores subrayan que, en comparación con la tendencia actual del cambio climático, no existirían esfuerzos de adaptación realistas que pudieran mitigar los cambios tan acelerados provocados por una alteración del AMOC. Este escenario resalta la urgencia de abordar el cambio climático y sus implicaciones en los sistemas oceánicos y climáticos globales.