Reseña literaria: "La ridícula idea de no volver a verte", de Rosa Montero
Se ha difundido contenido diverso sobre la científica polaca Marie Curie. El libro de Rosa Montero ofrece un lado emocional e íntimo. Por Daniela Minotti.
En su contratapa, se resalta que La ridícula idea de no volver a verte es un libro incalificable, un comentario certero considerando la gama de temas que aborda: el duelo, la infancia, la concepción social de la mujer, el arte, la creatividad, y todo en 233 páginas.
Pero, en concreto, la obra habla sobre la vida y la muerte. Y tal magnitud empezó con un prólogo. A Montero se le ofreció escribir la introducción para la biografía de Marie Curie. De esta no sabía mucho y, durante su investigación, quedó cautivada por las similitudes entre la científica y ella.
En su carácter, sus visiones y en la experiencia de pérdida de sus parejas. Fue ese destello de identificación lo que la impulsó a publicar este libro en 2013. Lo que se tiende a destacar de Madame Curie es su fenomenal carrera en la ciencia: fue la primera mujer en recibir un premio Nobel y la única en obtener dos, la primera licenciada en Ciencias en la Sorbona y la primera doctora en Ciencias en Francia.
“Fue una mujer nueva. Una guerrera. Una #Mutante ¿Por eso estaba siempre tan seria, tan triste?”, se cuestiona en un capítulo. Sin dudas, ella fue una pionera. Pese a la pobreza, el machismo y los prejuicios, Curie nunca se rindió hasta mostrar su potencial.
“Sí, es difícil, muy difícil ser mujer, porque en realidad no sabes en qué consiste ni quieres asumir lo que la tradición exige. Mejor no ser nada para poder serlo todo, que fue, me parece, la opción de Marie”, relata la autora española.
Pero, además, Montero muestra el lado más crudo de esta científica, contando un momento de inflexión en la vida de ambas: la muerte de Pierre Curie y de Pablo, el esposo de la escritora. La introspección de Montero se destaca cuando reflexiona sobre el dolor de perder a un ser querido. “La pena aguda es una enajenación. Te callas y te encierras”, y agrega que esa soledad también está en la locura.
Un día Madame Curie está en el campo con sus hijas y su esposo y, horas después, se entera de que este fue atropellado y que nunca más lo verá. “Simplemente la idea no te cabe en la cabeza. Pero ¿cómo es posible que no esté? Esa persona que tanto espacio ocupaba en el mundo”, duda la autora con desconsuelo. Y con la muerte viene la realidad de la finitud, la utopía del siempre, la incredulidad y la culpa.
En el desarrollo de este tema central, Montero critica lo tabú de la muerte: “A mí me sucedió que tomé mi duelo como una enfermedad de la que había que curarse cuanto antes”. Dicen que llores para desahogarte, que le des tiempo a la pena para que llegue la recuperación. Pero algo revelado en la experiencia de Curie y Montero es el desinteresado avance de la vida. “Y eso es lo que nuestra sociedad no maneja bien: enseguida escondemos o prohibimos tácticamente el sufrimiento”, concluye.
Curie intentó resolverlo con un diario, en el que le contaba a su Pierre sobre su día y lo penoso y desconcertante de su ausencia. Se podría decir que Montero hizo lo mismo con esta obra. Tomando el consejo de la doctora Iona Health, ella intentó escribir el final de la vida común que tuvo con su pareja. Y es que, como ella resuelve, para vivir hay que narrarnos.
Gracias a esas historias el dolor se transforma. “Necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable”, declara. En la escritura ellas encontraron refugio, con palabras de una honestidad carnal. “Yo digo que la recuperación no existe: no es posible volver a ser quien eras. Existe la reinvención”, afirma la autora.
Después de la muerte de su esposo, Marie Curie tuvo otros romances y recogió otros premios, se reinventó. Algo recurrente en el libro es la idea de que, cuando un ser querido muere, este se lleva un pedazo del mundo, pero también es cierto que parte de ellos queda en todos nosotros.
Aunque el libro fue escrito para “su gente querida”, la autora regala a los lectores párrafos con perspectivas desafiantes, comentarios divertidos y relatos que desnudan el corazón. Y la voz coloquial, los hashtags, las comparaciones personales y las metáforas identificables acentúan la personalidad del libro. En los primeros capítulos, Montero comenta que cada novela tiene pocas perlas, pero es evidente que esta obra esconde varias gemas en sus páginas.