¿Hacen o roban?
Hay una definición muy irónica de la corrupción en el estado. Dice que son los delitos que cometen los funcionarios y que a los ciudadanos recién los indignan cuando empiezan las crisis económicas. Hay mucho de verdad en esta definición. Y no es de ahora ni tampoco solo un defecto de los argentinos. Pasa en todos los países del mundo y desde hace mucho tiempo.
Hay una definición muy irónica de la corrupción en el estado. Dice que son los delitos que cometen los funcionarios y que a los ciudadanos recién los indignan cuando empiezan las crisis económicas. Hay mucho de verdad en esta definición. Y no es de ahora ni tampoco solo un defecto de los argentinos. Pasa en todos los países del mundo y desde hace mucho tiempo. ¿O no se acuerda usted que cuando la convertibilidad del uno a uno de Cavallo funcionaba muy bien a nadie le interesaba la corrupción de Menem? ¿O no fue reelecto en 1989 con el 50% de los votos cuando el periodismo ya había hecho cientos de notas de investigación denunciando muchos casos de evidente corrupción.
¿Se acuerda? Hoy se produce un fenómeno parecido. La economía y el consumo crecen vigorosamente. Hay más empleo y planes asistenciales para los que mas necesitan. Las clases medias y altas, urbanas y rurales también en general sienten en el bolsillo, la víscera más sensible que no hay que protestar demasiado ni hacer mucho ruido.
Hay un interés puesto en otra cosa y no en los casos de corrupción. Hay cierto temor a que esas denuncias afecten la buena marcha de la economía. Eso se ve claramente. En todas las encuestas, la principal preocupación de los argentinos es largamente la inseguridad. El 75 % de los consultados dice que es el primer problema que identifica. ¿Sabe en que lugar está la corrupción como preocupación social? En el sexto lugar. A solo 2 de cada 10 argentinos le parece un tema grave a tener en cuenta. ¿Escuchó bien? Solo 2 de cada 10. En segundo lugar está el desempleo y después viene la inflación, la pobreza y la educación. Y recién allí, en el sexto lugar, cómodo, aparece la corrupción. ¿Eso que significa? ¿Qué somos un país estructuralmente corrupto? Yo no sería tan duro. No lo justifico pero me cuesta levantar el dedito y acusar a la sociedad en este aspecto. Creo que son momentos históricos donde uno se ve obligado a fijar prioridades. El principal deseo de la sociedad es no volver al 2001.
Fue tanto el pánico que nos agarró en aquella casi guerra civil, en aquel infierno de todos contra todos que nada que ponga en peligro el avance económico tiene hoy un gran interés social. Fue muy grande el susto. No lo quiero justificar. Creo que no darle un primer lugar a la honradez, a la decencia es un pésimo mensaje para nuestros hijos. Pero trato de entender porque pasa lo que pasa. La historia reciente enseña que cuando el modelo económico deja de dar todas las respuestas que la gente pide, resurge con más fuerza la indignación por la corrupción.
Por ahora los Schoklender, los Ricardo Jaime, las obras públicas con retornos y sobreprecios no están en la vidriera. Por ahora, insisto. A nadie le importa que los alquileres y los intereses por los plazos fijos que recibió el matrimonio Kirchner sean totalmente fuera de mercado y nadie se explique como hicieron para aumentar su fortuna formidable con esa suerte. Ojalá no tengamos ninguna crisis y la economía siga fuerte y el desarrollo sea sustentable e inclusivo. Eso es felicidad para el pueblo. Pero en algún momento nos tendremos que preocupar por la transparencia y condenar la corrupción.
Sería la consolidación de una democracia madura y de una república digna. Hay otros sectores, los más informados de la sociedad, donde están los intelectuales y los periodistas entre otros que como militan y trabajan para el gobierno prefieren ocultar todo o mirar para otro lado. Lo hacen en forma conciente. No hay que darle pasto a las fieras, dicen. Son detalles ínfimos, que algunos roben son pequeñeces al lado de la dimensión de la revolución que Cristina está produciendo. Eso dicen muchos funcionarios que antes se preocupaban por la honestidad. Incluso aseguran que Cristina empezó una renovación ética y que ya no deja que nadie robe. Que le va a cortar la cabeza al primer funcionario que meta la mano en la lata.
Vamos a ver que pasa. Esa posición, si es cierta y se confirma en la práctica será bienvenida. Ojalá se termine para siempre la corrupción de estado. Pero Cristina tiene un problema: decir que a partir de ahora no se robará mas es como reconocer que hasta ahora se robó. Y nadie quiere escupir contra el viento. Dicen en la justicia que nadie está obligado a declarar contra si mismo. Ojalá lleguemos a ese país soñado donde los gobernantes hacen pero no roban. Ojalá.