Angelitos con bluyín
Esta columna está dedicada a la memoria de Candela y de Tomás.
Pasado mañana es el Día Internacional de los Derechos del Niño. ¿No lo sabía? No se preocupe…la entiendo. Si prácticamente la información no salió en ningún lado. Los derechos se conocen muy poco y se respetan casi nada. Y eso que fueron incorporados a la Constitución de 1994. Son los derechos más elementales de un ser humano y se violan reiteradamente.
¿Sabe usted quien es Marita? Tiene apenas 12 años, como tenía Candela. Trabaja en bares de morondanga con lamparitas rojas donde vende su cuerpito de niña-mujer por 20 pesos la hora. Nació en las montañas, entre las cabras, pero ahora vive en Orán. Si es que a esa esclavitud se le puede llamar vida. Comparte la pensión con un delincuente de 25 años que la regentea y humilla cada vez que puede. Sin ir mas lejos, la semana pasada, cuando cumplió 12 años.
Un cliente con perdón de la palabra, se conmovió y le regaló un osito rosa de peluche y una amiga de la noche, una veterana de 14 años, le regaló un disco compacto del grupo Yerba Buena. Marita estaba feliz con el disco y el osito hasta que la vio el energúmeno doblado por el vino fácil y le hizo una escena de celos. ¿Quién te regaló esto?, le gritaba con su aliento a miseria de alcohol barato. Decime…¿Quién?, aullaba mientras tiraba el disco y el osito a la calle. Marita es una niña aunque tenga mirada de vieja. Marita tiene una pollera así de cortita, anda todo el día en ojotas y muestra su ombligo como si fuera una vedette del programa de Tinelli. Marita es una hija de todos que bien podría preguntarse: ¿De que derechos de los niños me hablan?
¿Conoce usted a Javier? Tiene 9 añitos, como tenía Tomás. Muere por ver los dibujitos en el Cartoon Netword. Tiene rollers que usa en las veredas de Liniers, una computadora nuevita y una bandera de Velez colgada al lado de la ventana. Pobre Javier. Dice que le va a pedir una Wi a Papa Noel pero se hace pis en la cama.
En la escuela está nervioso todo el día. Inquieto por momentos, taciturno. La seño no sabe que le pasa. A Javier le da vergüenza decir que su padre, un profesional exitoso que trabaja en la city le pega con un grado de violencia terrible. Hace 15 días la brutalidad de ese monstruo de saco y corbata le fracturó una piernita. Pobre Javier, el solito, dijo en el sanatorio que se había caído jugando al fútbol. Usa la camiseta del pelado Silva. Pobre Javier, el dolor de la pierna rota, el dolor de la vergüenza. No hay Power Ranger ni Paseo Alcorta que lo consuele. Javier nos mira con su mirada vencida y nos pregunta. ¿De que derechos de los niños me hablan?
Ni en Orán ni en Liniers se respetan los derechos de Marita y Javier. Y hay miles de chicos como ellos que son obligados a prostituirse, a participar de sesiones de pornografía infantil, que son abusados sexualmente en gran porcentaje por algún familiar o que no tienen un techo para dormir, ni comida para comer, ni risas para reir. No tienen escuela para aprender y el mundo es para ellos el territorio del maltrato y la discriminación.
Este domingo es el Día Universal de los Derechos del Niño y casualmente, también el Día de la Soberanía Nacional. Pero creo que es mucho más que una coincidencia en el calendario. Porque soy un convencido de que la soberanía y la patria son los chicos. Como Marita o Javier. Como Candela o Tomás.
La patria es el territorio de nuestros hijos. De los míos, de los suyos. Son hijos de esta tierra y esa es la soberanía que tenemos que cuidar y defender. Si no sembramos a nuestros hijos con el ejemplo de los valores estaremos condenados a ser un país de cuarta para siempre. A escandalizarnos cada vez que aparezca algún pibe muerto.
O algún chico panzón, pidiendo una moneda en el semáforo, con la piel arrugadita, haciendo malabares frustrados con tres pelotas de tenis. Nos moriremos de vergüenza y el alma se nos marchitará cuando comprobemos que esos fantasmas que no acusan peso en la balanza y que están desnutridos de todos los nutrientes no nacen solamente en el Africa mas injusta.
Seguramente en los actos del domingo o del lunes se recitará punto por punto la Convención de los Derechos del Niño. Se dirá sabiamente que los derechos de los chicos no son más chicos, que los derechos de los grandes. O que los chicos tienen grandes derechos. Alguno se acordará de Marita de Orán o de Javier de Liniers, de Candela de Villa Tesei, de Tomás de Lincoln. O de los miles de chiquilines que por las noches, carasucias de angelitos con bluyin, salen a vender sus vergüenzas en flor. Vaya esta plegaria laica para esos chicos nuestros que están en la calle. Santificado sean sus nombres.