Argentina afina sus leyes contra el terrorismo
En un seminario internacional organizado en la Cancillería por los ministerios de Justicia y Seguridad y por la DAIA se acordó reforzar la normativa ante la posibilidad de que el país se vea expuesto al flagelo global
Lejos, en Siria, Abu Muhammad al-Julani, líder del Frente al Nusra, anunció el cambio de nombre de su organización por Jabhat Fath al-Sham (Frente para la Conquista del Levante) y su divorcio de Al-Qaeda, al cual pertenecía desde 2012. La independencia del árbol endemoniado que plantó Osama bin Laden, en momentos en que otra rama desprendida, el Daesh o Estado Islámico (EI), procura afianzarse entre los radicales islámicos, es una treta para fingir moderación en un mundo dominado por atrocidades cotidianas. De caer el Daesh en Siria y en Irak, Julani pretende capitalizar a sus desertores, según Ely Karmon, investigador del Instituto Internacional Contra el Terrorismo, de Herzliya, Israel.
En Argentina, aquello que parece lejano cobró una súbita cercanía en la Cancillería durante el seminario internacional El combate al terrorismo y la financiación del terrorismo, organizado por la Coordinación Nacional para el Combate del Lavado de Activos y la Financiación del Terrorismo, del Ministerio de Justicia; la Dirección Nacional de Cooperación Regional e Internacional de la Seguridad, del Ministerio de Seguridad, y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). El paralelo entre la dudosa muerte del fiscal Alberto Nisman, en 2015, con las voladuras de la embajada de Israel y de la mutual judía AMIA, en la década del noventa, así como el controvertido memorándum del gobierno anterior con Irán, hizo cobrar al flagelo inminente actualidad.
En un año signado por atentados de todo tipo y tenor, así como por la tragedia de millones de refugiados, en América latina hubo pocos indicios del peligro, excepto el arresto de diez brasileños sospechosos de estar vinculados con el Daesh, de raíz sunita, antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y la presencia de Irán, en las antípodas de ese grupo por tener una población mayoritariamente chiita, merced a sus acuerdos con Venezuela y otros países. ¿Qué se propone Argentina en este contexto? "Es nuestro deber estar por delante del modus operandi con el que actúa el terrorismo y, por eso, hemos avanzado en la detección de conductas terroristas", dijo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
La nueva normativa argentina contra el terrorismo, que será refrendada en marzo con la Comisión de Lucha contra el Terrorismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), prevé técnicas de investigación sobre el financiamiento del terrorismo y las transferencias bancarias, así como protocolos de actuación ante eventuales atentados.
“No es un problema del otro”, afirmó el presidente de la DAIA, Ariel Cohen Sabban, de modo de crear conciencia acerca los riesgos que entraña el terrorismo. La cuestión terrorista, observó el coordinador nacional para el Combate de la Financiación del Terrorismo, Juan Félix Marteau, “interroga el propio corazón del derecho y la política, concebidas estas esferas como los escenarios privilegiados en los que se opera la conversión del individuo vivo, como criatura psicofísica, en una personal racional, socialmente responsable”. Cómo “reaccionar racionalmente”. Esa es la cuestión.
El inminente arribo al país de refugiados sirios crea dudas en algunos sectores, pero el secretario de Relaciones Exteriores, Carlos Foradori, se apresuró a desestimar la posibilidad de que entre ellos puedan infiltrarse terroristas. Más peligrosos, dijo, son aquellos “que vienen de cualquier otro lado y que, con la porosidad de nuestras fronteras, ingresan y no pasan por el escrutinio al que van a ser sometidos los refugiados sirios”, agregó durante una exposición en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
La financiación del terrorismo, así como el enclave cultural, representa un desafío para cualquier Estado. En la presentación del seminario, el director nacional de Cooperación Regional e Internacional de la Seguridad, Gastón Schulmeister, disparó: “¿Cuánto vale un atentado terrorista?”. Una pregunta simple que resultó ser provocativa. En dinero contante y sonante, poco. Casi nada, más allá de las vidas de los eventuales atacantes. “Son montos insignificantes”, martilló el vicedirector para el Hemisferio Occidental del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, Michael Lieberman.
En Niza, un camión bastó para regar con muertos y heridos el Paseo de los Ingleses el 14 de julio, día de la fiesta nacional de Francia. Un par de días después, un hombre de 27 años de edad hizo explotar una bomba que llevaba consigo afuera de un festival de música en Ansbach, al sur de Alemania. El mismo día, un refugiado sirio de 21 años de edad mató a una mujer a machetazos en Reutlingen, cerca de Stuttgart, también en Alemania. Dos días más tarde, dos muchachos atacaron una iglesia en St.-Étienne-du-Rouvray, en el norte de Francia, y degollaron a un sacerdote. Luego, una persona fue asesinada por un hombre con un cuchillo en medio de una multitud en el centro de Londres. La revista alemana Der Spiegel se preguntó entonces: “¿El mundo ha enloquecido?”. Entre la violencia psicópata y la furia política, concluye el texto, “muchos de nosotros simplemente ya no entendemos el mundo”.
@JorgeEliasInter | @Elinterin
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