Diego con tonada
Es el Maradona de los cordobeses. Con sus luces y sombras Juan Carlos Jiménez Rufino idolatrado como La Mona es nuestro Diego con tonada. El origen en la marginalidad y la pobreza los iguala. Ambos despierten la pasión de las multitudes.
Es el Maradona de los cordobeses. Con sus luces y sombras Juan Carlos Jiménez Rufino idolatrado como La Mona es nuestro Diego con tonada. El origen en la marginalidad y la pobreza los iguala. Ambos despierten la pasión de las multitudes.
Uno utiliza como instrumento su pié alado y una pelota y el otro un corazón y el micrófono. Porque La Mona no canta con la voz. Canta con el corazón de su pueblo mas necesitado. Los dos combaten cara a cara con las drogas: a veces ganan y a veces pierden. Sus rulos y su tez morena suelen despertar descalificaciones discriminatorias que ni Mandela hubiera imaginado. Cada uno tiene un hijo fuera del matrimonio que debieron reconocer legalmente pero que no aceptan por no ser hijos del amor.
Tanto la Claudia como la Juana son las ex mujeres de sus vidas, las que le siguen manejando las carreras y con las que algún día sueñan volver a casarse. Muchos argentinos los llevan tatuados en su piel con su nombre o su rostro. Tanto El Diego como La Mona han hecho y siguen haciendo felices a millones de personas sin pedir nada a cambio. La pelota no se mancha y el cuartetazo tampoco. Hay algo que los diferencia. Maradona es el argentino más famoso en el mundo. Jiménez es el cordobés más popular y se enorgullece de no conocer Europa.
Carlitos Pueblo Tevez ama a los dos por igual. Es el mejor bailarín de las gambetas maradonianas y de los quiebres de cintura del baile cordobés. Ricardo, el tucumano era el padre de la Mona, un obrero del gremio de Agustín Tosco que murió de cirrosis y que amaba a sus hijos pero cuando el vino lo perdía golpeaba a Esilda, su esposa. La Mona conoció lo que era un inodoro cuando Eva Perón le entregó su casita a través del sindicato. Por eso en el libro sobre su vida critica a todos los políticos y solamente elogia a ella y a don Arturo Illia, por su honradez sin igual. La Mona se formó entre ladrones y prostitutas que lo protegieron y lo marcaron.
Fue censurado por los bien pensantes y por la dictadura de Luciano Benjamín Menéndez que hoy mismo está pagando en la justicia por tanto horror. Fue encarcelado por las policías bravas y por los militares genocidas. Muchas veces se sintió solo en el mundo. Muchos medios de comunicación de Córdoba lo ignoraron hasta hace poco cuando ya era un fenómeno cultural de masas.
Le cuento: vendió 4 millones de discos y actuó en más de 10 mil escenarios. En los negocios de ropa donde las clases medias se vestían no lo dejaban entrar. Sus hijos lloraron al escuchar mil veces hablar de La Mona como “ese negro de mierda”. El ritmo alegre del pasodoble y las tarantelas de los inmigrantes se acostaron con la potencia de los arrabales y la transa y parieron al cuarteto.
Un día lo invitaron a cantar al festival de Cosquin y colapsó todo. La sobreventa provocó la indignación. Por cada ubicación numerada había tres personas. El tsunami de fanáticos de La Mona desbordó todo lo previsto. No dieron abasto ni los kioscos con comida ni los baños ni los lugares para dormir. La cosa terminó con violencia, palazos de la policía y escándalo. Al otro día todos repudiaron lo que con toda doble intención definieron como “la noche negra de Cosquín”. Alguno tituló: “Aunque La Mona se vista de seda… mona queda” y yo me volví loco de bronca por tanta xenofobia e ignorancia de lo que un artista de abajo como La Mona despertaba entre sus pares. En aquel momento escribí en el diario Clarín una nota titulada “En defensa de la Mona” que se editó gracias a Carlos Ulanovsky y conté algunas características de ese cantor popular que en algunas actuaciones rifaba un taxi entre sus seguidores para que tuvieran una fuente de trabajo. Su permanente actitud solidaria. O el contenido de varias de sus canciones donde denuncia la violencia familiar o la persecución a los que están en la base de la pirámide social sosteniendo al resto con su esfuerzo. La Mona siempre me agradece aquel texto y por eso me anoche me invitó a subir al escenario. Fue en el primer coliseo cordobés, el “Teatro del Libertador”, nuestro Teatro Colón a donde antes no lo dejaban entrar y hace poco bailó con Julio Bocca y cantó con Jairo. La Mona es el subsuelo sublevado de la patria cordobesa. Es el emergente de una Córdoba doctoral y clerical que muchos se negaron a mirar. Es un producto cultural con identidad que venció a la globalización y a las modas. La Mona es un pedazo grande de Córdoba. Es nuestro Maradona con tonada.