Dos por tres deja de ser seis
El resultado, seis, era inobjetable antes de las pandemia, pero cada gobierno mide el impacto del coronavirus según su propia tabla de multiplicar
Dos por tres era seis antes de la pandemia. Ese resultado pasó a ser tan impreciso como la cuarentena, que no dura 40 días. Cada gobierno mide el impacto del COVID-19 según su propia tabla de multiplicar. La falta de pruebas de detección lleva a muchos a dudar de las cifras oficiales. ¿De qué hablamos cuando nos referimos a los fallecidos? Duda recurrente. ¿De personas que murieron por coronavirus o con coronavirus? Si España no registra las bajas en geriátricos y en hogares; Francia sólo incluye las de los hospitales, y el Reino Unido descarta en sus estadísticas las infecciones respiratorias, dos por tres lejos está de ser seis como en 2020 A.C. (antes del Coronavirus).
En Estados Unidos, el número de muertos por coronavirus o con coronavirus supera a las 2.977 víctimas de los atentados contra las Torres Gemelas. La duda, apunta el Financial Times, radica en la proporción de muertes respecto de los que efectivamente contrajeron la enfermedad. El 4,7 por ciento, tasa superior a la de la gripe y la neumonía, “no sólo es cambiante, sino frustrante y poco confiable tanto para los gobiernos que buscan calibrar su respuesta política como para los ciudadanos que intentan evaluar cuánto deben preocuparse”. La respuesta individual de los gobiernos, más allá de que se trate de una tragedia mundial, empeora los cálculos.
Sin una tasa de mortalidad precisa por falta de pruebas y de recursos, toda estimación sobre la curva de contagios impide responder los cuatro factores que estudia la Organización Mundial de la Salud (OMS): quién se contagia, en qué etapa se encuentra la pandemia en un país, cuántas pruebas está haciendo y cómo están haciéndolas. En Estados Unidos, Italia, España, China, Alemania, Irán y el Reino Unido, los países más afectados, el número de recuperados supera al de fallecidos. ¿Fallecidos por coronavirus o con coronavirus?
La mayoría de los mandatarios demoró en responder con medidas drásticas y permitió la realización de recitales, partidos de fútbol y concentraciones masivas, como las del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. Otros, como Jair Bolsonaro, insisten en ir contra la corriente y creer que se trata de una conspiración de los gobernadores, inclusive de los adeptos, y de los medios de comunicación. Bolsonaro enfrenta varios pedidos de destitución en la desprestigiada Cámara de Diputados de Brasil y, con cacerolazos de fondo, la peor crisis sanitaria de la historia moderna.
El aislamiento político, a diferencia del aislamiento social recomendado por la OMS, debilita no sólo a Bolsonaro, sino, también, a la democracia. Sectores que lo apoyaron, como los agroexportadores, los evangelistas, los militares y los policías, tomaron distancia de la locura de tildar de “gripecita” a la pandemia y subestimar tanto la salud pública como una inminente caída de la economía. La negación de Bolsonaro llevó a preguntarse al gobernador de San Pablo, Joao Doria, uno de sus antiguos aliados, si está en sus cabales.
Otros autócratas, como el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, hallaron una excusa para ampliar sus poderes. No sólo la economía vale más que la salud frente a un bicho que no respeta fronteras ni edades. En Corea del Sur, con una población más joven que la italiana, un tercio de los casos corresponde a menores de 30 años. La mayoría de los fallecidos en el Reino Unido tenía más de 70 años y enfermedades previas. ¿Cuántos murieron por coronavirus o con coronavirus? “Hasta la mitad o dos tercios”, estima el epidemiólogo Neil Ferguson, del Imperial College de Londres. Sin precisiones, dos por tres deja de ser seis.
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