ALEXANDRA, Sudáfrica.- Un Mundial de futbol no es sólo eso, fútbol y nada más. Hay cientos de cosas que rodean al máximo evento del balón pie mundial que hacen que el país sede se enriquezca tanto económica como socialmente.

Sudáfrica 2010, no iba ser la excepción. Por eso la FIFA organizó, por segunda vez consecutiva en un Mundial de fútbol, el Festival Football For Hope. En esta oportunidad el lugar elegido fue Alexandra, un asentamiento en las afueras de Johannesburgo, dónde el evento inició hace una semana.

Este festival incluye una serie de emocionantes programas para las 32 delegaciones de niños menos favorecidos de todo el mundo que llegaron a Sudáfrica. Entre los eventos está el torneo de fútbol mixto, que inició el pasado fin de semana y que irá hasta el 10 de julio. La particularidad que tiene este torneo es que los partidos se juegan sin árbitros. Cualquier problema en la cancha se resuelve mediante el diálogo, un método comprobado para promover el desarrollo personal y la comprensión mutua, algo que las sociedades que rodean a estos niños muchas veces lo carecen.

Mi experiencia en este evento el pasado domingo, ha sido sin lugar a duda, una de las más gratas desde que estoy en este país. Muchas veces he criticado a cosas que hace la FIFA, pero en esta ocasión, tengo que es agradecerle por esta actividad que hace que niños de cientos de países y de miles de ciudades diferentes alrededor del mundo, tengan la oportunidad de huirle a las drogas y a la violencia mediante el fútbol.

El presidente del máximo ente del fútbol mundial, Joseph Blatter y el mandatario sudafricano, Josep Zuma, se hicieron presentes para dar el puntapié inicial de tan magnífico torneo.

Ver la cara de los cientos de niños de las 32 delegaciones y la de los que estaban en las tribunas, me dejaron con una alegría que aún, dos días después, la sigo teniendo.

Una de los equipos que participan en representación del continente americano es Colombianitos. Obviamente, no podía dejar de estar en el partido del debut de los niños de mi país, quienes después de 12 minutos de juego, le ganaron 1-0 al equipo de Zambia. Aunque éramos pocos colombianos en las tribunas, les hicimos saber a los chicos que no estaban solos, de hecho, el gol lo cantamos con todas nuestras fuerzas…

Al final de la tarde salí lleno de satisfacción de saber que eventos como este, hacen que la vida de muchos niños cambie por completo y que a su vez les dé una mejor esperanza de vida en países donde en otras circunstancias no estarían felices como los pude ver.

Por Daniel Dionisi