POLOKWANE, Sudáfrica.- El Estadio Peter Mokaba bien pudo ser el Azteca. O el Rose Bowl, el Reliant Stadium y todos esos recintos estadounidenses donde la selección mexicana se pasea en amistosos. Y claro, también pudo ser un estadio de Alemania 2006, de Corea-Japón 2002 o de Francia 1998.

Fiel a su costumbre, el público mexicano hizo sentir al Tri como en casa. No importa si es un país remoto, si el viaje es muy caro o si el transporte deja mucho qué desear. México siempre será local, juegue donde juegue, y así fue esta noche ante Francia.

Las tribunas estuvieron repletas de playeras verdes y negras. También hubo muchas azules, por supuesto, pero en la forma de hacerse notar no hubo competencia.

El “Cielito lindo” sonó cuatro veces. Los “¡Ole!” fueron cosa de toda la noche. El portero Hugo Lloris probablemente terminó dudando de su orientación sexual. La presión de los aficionados mexicanos fue constante. ¿Los hinchas franceses? Congelados, incluso pese a que deberían estar mejor acostumbrados a este frío que los tricolores.

Y esta vez hubo una gran diferencia con Mundiales anteriores. La fiesta fue total. La victoria en las gradas se coronó con un triunfo histórico en la fría cancha de Polokwane. México siempre es local. Esta vez México ganó ante su gente.

Por Luis Herrera