El color de la marihuana
Antes políticamente incorrecta, la tendencia hacia la legalización pasó al primer plano después de haberse aprobado en Uruguay y en los Estados norteamericanos de Colorado y Washington
Curiosamente, el tabaco provoca más rechazo que la marihuana. Después de los Estados norteamericanos Colorado y Washington, Uruguay es el primer país en legalizarla. Su presidente, José “Pepe” Mujica, se ataja: “No es para que la gente fume más”. En América latina, los narcos amenazan con dinamitar Estados. En la Argentina, Chile, Noruega, Finlandia, Suecia y China, las penas por el consumo van desde la pérdida de la libertad hasta las terapias de desintoxicación. En Italia, Suiza, Alemania, Bélgica, España y Portugal no ha aumentado el consumo tras su despenalización. Holanda ha vuelto a venderla a los extranjeros después haberlo prohibido. Sólo Corea del Norte, el país más cerrado del mundo, no considera droga a la marihuana ni al opio.
¿Qué hay detrás de la legalización de la marihuana, más allá de los reclamos de los consumidores? Verde como los dólares, la marihuana pasó a ser un gran filón para Colorado. Fue el pionero, con Washington, en someter a votación su uso recreativo, además del medicinal. Me tocó presenciar en Denver, la capital, la aprobación de la iniciativa 64 el día de la reelección de Barack Obama, en 2012. Un par de años después, con compañías del rubro en expansión y pingües ingresos fiscales, Obama bendijo la legalización: “Como es sabido, fumé marihuana de joven. La veo como un mal hábito y un vicio, no diferente a los cigarrillos que fumaba, pero no creo que sea más peligroso que el alcohol”.
Esa era la consigna durante la campaña: demostrar que la marihuana es menos dañina que el alcohol y provoca menos violencia y accidentes de tránsito, como lo confirmaron las universidades de Texas y Chicago al cotejar las estadísticas del FBI en Colorado y Washington tras el primer año de la legalización. En esos días que pasé en Denver, en las plazas cercanas al Capitolio estatal se reunían muchachos que liaban y empuñaban porros como si nada. La mera tenencia está penada en los Estados Unidos con multas y prisión. La policía labraba actas contra las prostitutas en la céntrica avenida Colfax, pero no se ensañaba contra aquellos que fumaban marihuana.
En la campaña por el sí a la iniciativa 64 reprodujeron la portada de un periódico de 1934 cuyo título rezaba: "Cultivo de marihuana salvaje en los frentes de Denver". Detrás de la marihuana hay mucho lobby y dinero. Es un negocio. En 1992, el entonces candidato presidencial Bill Clinton dio varias vueltas para decir que la había probado, pero no la había inhalado. Ridículo. Dos décadas después, los presidentes Juan Manuel Santos, de Colombia, y Otto Pérez Molina, de Guatemala, están a favor de la despenalización. Los alienta la Comisión Latinoamericana de Drogas y Democracia, encabezada por los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; Ernesto Zedillo, de México, y César Gaviria, de Colombia, y Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura.
En Colorado, la marihuana era legal cuando se fundó el Estado, en 1876. En 2000 se aprobó su uso medicinal en galletas, bebidas y pastillas, entre otros productos, para paliar los dolores crónicos de pacientes recetados. Eso ocurre en otros Estados. En estos días, 15 compañías montaron una feria en Denver para contratar desde empleados de dispensarios hasta contadores. En un fin de semana, las tiendas de marihuana de Colorado facturan dos millones de dólares. Por su uso recreativo, el Estado recaudará este año 134 millones de dólares; en 2013 habían sido 67 millones. El color del dinero amortigua las críticas contra la legalización. “Es nn experimento”, según Obama. Lo mismo dice Mujica.