El efecto Trump trasciende fronteras
Una movilización contra la migración masiva en Panamá da una pauta del impacto de su discurso xenófobo, más frecuente en Europa que en América latina
PANAMÁ. – Nada extraordinario, pero significativo, ocurrió el domingo 20 de noviembre en Panamá. Menos de dos semanas después de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de los Estados Unidos, un grupo opuesto a la inmigración expresó su disgusto con el gobierno de Juan Carlos Varela en la Cinta Costera. No eran más cien. Los suficientes para reflejar el malhumor frente al arribo “descontrolado” de extranjeros, especialmente de venezolanos y de colombianos, que, según sus consignas, “están desplazando la mano de obra panameña”. Cierto o no, el clamor popular acompaña cada ronda de café y alienta una reacción recurrente en varias latitudes: la xenofobia.
En privado, los presidentes de América latina coinciden en tocar madera frente a la posibilidad de que Trump cumpla con algunas de sus promesas, como abolir los tratados de libre comercio y deportar a millones de indocumentados. ¿Qué países serían los más perjudicados? México, Colombia y Honduras, así como Liberia en el continente africano. No sólo por la dependencia de las exportaciones hacia los Estados Unidos, sino también de las remesas que reciben de aquellos que trabajan en forma legal e ilegal en el territorio norteamericano. El dinero no requiere green card (permiso de trabajo) para ir de un país al otro.
El efecto Trump trasciende fronteras. Pocas veces un candidato gana las elecciones y hasta sus propios votantes desean que no ejecute al pie de la letra el plan que desplegó durante la campaña. Procuran descafeinarlo: que la separación de poderes, que las heridas abiertas en el Partido Republicano (con el dominio de ambas cámaras del Congreso), que las leyes no pueden abolirse con órdenes ejecutivas o decretos… Son apenas atenuantes para frenar sin suerte a Trump como si no respondiera a sí mismo después de haber sido el más favorecido por el malestar colectivo y por haberlo interpretado mejor que otros, empezando por los precandidatos de su propio partido.
Nunca imaginé que, después de asistir en Nueva York a su asombrosa victoria, iba a alojarme en un hotel de lujo que lleva su nombre. Todo lleva su nombre en el Trump International Hotel & Tower Panamá: desde el casino anexo y el vino de bienvenida hasta el champú, el jabón, la bata, el agua mineral y el chocolate de cortesía. Vine por otro motivo: Radio Panamá organizó el programa En Panamá, unimos al mundo, del cual forma parte Radio Continental, de Argentina, miembro de Prisa Radio, de modo de promover el turismo en un país cuyo canal y su aeropuerto unen y conectan a la región.
La protesta contra la inmigración, ajena a la mole de cemento marca Trump, vino a avivar las brasas esparcidas en todo el mundo: la virtual usurpación de las fuentes laborales a salarios viles, así como el aumento del precio de los alquileres de viviendas en la capital. “En uno para dos personas duermen hasta ocho venezolanos”, me dice una muchacha panameña, desconsolada.
La catarsis, acaso como el Brexit (la salida del Reino Unido de Europa) y el rechazo al acuerdo de paz en Colombia, refleja el mal de la época: no se vota a un candidato para solucionar los problemas, sino para plantearlos. El elegido pasa a ser el vocero de una legión de defraudados que hierve de indignación. Tienen sus razones, pero el corte con lo tradicional no aparenta ser superador. Líderes republicanos como los Bush, Ted Cruz, Paul Ryan y Marco Rubio, entre otros, no ahorraron elogios para Trump. Lo tildaron de “desconsideradamente irresponsable", "mentiroso patológico" y "completamente amoral". Un primor.
Si eso dijeron los suyos, qué les queda a los otros y, en el exterior, a sus futuros pares. En América latina, los estrategos de campaña enumeran las presuntas virtudes de Trump: soltar lo primero que le venga en gana, ignorar las encuestas, ser pragmático a la hora de formular propuestas, adaptar la opinión según sople el viento, hablar mal y pronto sin evitar alguna que otra grosería y, by the way (por cierto), tener siempre un as en la manga para sortear situaciones embarazosas. Si dio resultado en los Estados Unidos, se preguntan, por qué no ha de darlo en la región. Últimamente, los finales despiertan más ilusiones que los comienzos.
La protesta contra la migración en Panamá surgió de los cuestionamientos contra la política migratoria de Ricardo Martinelli, presidente entre 2009 y 2014. La llamó Crisol de Razas. Sirvió para regularizar a miles de extranjeros en un país cuyo atractivo surge de la economía dolarizada. Varela, sucesor de Martinelli, abolió ese programa, pero decretó otro de tenor parecido. Los detractores, en representación de aquellos que se sienten molestos con el presunto maltrato de los venezolanos que procuran zafar de las estrecheces que les impone el gobierno de Nicolás Maduro, quisieron organizar una cadena humana. Eran pocos para ello, pero lograron hacerse ver.
@JorgeEliasInter | @Elinterin
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