El G20 solo sonríe para la foto
En tiempos de polarización, proteccionismo norteamericano, apertura china, Brexit, un crimen irresuelto y liderazgos desflecados, la foto de familia del G20 muestra más preocupación que ilusión
La foto de familia del G20 en Buenos Aires tiene una particularidad. Refleja tanto las afinidades y las discrepancias entre algunos líderes como la polarización y el desencanto de varias sociedades. En la foto sonríen aquellos que se han visto beneficiados con esos fenómenos, como Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin y Recep Tayip Erdogan en un mundo que acaba de recibir otro sacudón con el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil. La tendencia se acrecienta en Italia, con Giuseppe Conte en nombre del Movimiento 5 Estrellas de Luigi Di Maio y de la xenófoba Liga de Matteo Salvini y, cual reverso, en Alemania, donde la canciller Angela Merkel cuelga los guantes.
Esa foto incluye a dos presidentes en guerra comercial, Trump y Xi; una primera ministra en trámite de divorcio de la convulsionada Unión Europea, Theresa May; un líder de facto, el príncipe saudita Mohamed bin Salmán, acusado por la CIA de haber perpetrado el asesinato de un compatriota suyo, el periodista Jamal Khashoggi, en el consulado de su país en Estambul; el presidente turco, Erdogan, blandiendo las pruebas del crimen a pesar de los reparos de Trump ante el temor de perder sus negocios con Arabia Saudita, y otro presidente, el de Francia, Emmanuel Macron, cercado por las protestas de los chalecos amarillos contra el alza del combustible.
Trump se lleva bien con el anfitrión, Mauricio Macri, al cual ayudó en la negociación para obtener el préstamo para Argentina en el directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero tuvo roces con Xi; Putin; Macron; Merkel; Erdogan; el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y su par saliente de México, Enrique Peña Nieto, así como con Malcolm Turnbull, antecesor del primer ministro de Australia, Scott Morrison. En Indonesia, el presidente Joko Widodo lidia con el eslogan de su rival, Prabowo Subianto: “Volver a hacer grande a Indonesia”. Otro discípulo de Trump.
La polarización y el desencanto se manifiestan en la mayoría de las sociedades de los miembros del G20 con una tendencia inquietante: el ninguneo del otro. Una suerte de política excluyente recorre el planeta por diversos motivos, como las disyuntivas entre el fantasma de la corrupción y el retorno del autoritarismo o entre el nacionalismo a ultranza y la solidaridad con los inmigrantes. La puja mueve los ejes de los partidos y los políticos del centro hacia los extremos, de modo de contentar a los suyos. A los que les quedan, en realidad, más identificados con causas específicas que con la retrógrada división ideológica entre la derecha y la izquierda.
El G20 o Grupo de los 20, a diferencia de la Organización Mundial de Comercio (OMC), la Organización de los Estados Americanos (OEA), u otros foros internacionales, no es un cuerpo capaz de intervenir en conflictos. Los tienen sus miembros entre sí. El G20 busca consensos, razón por la cual antes de la cumbre se han realizado infinidad de reuniones en Argentina, pero eso no significa que haya habido acuerdos. Desde la visión del comercio, del cambio climático, de la economía, de la educación y de la salud hasta las políticas de derechos humanos existen claras diferencias entre ellos. Abrumadoras, en algunos casos.
Dice el manual del G20, compuesto por la Unión Europea y 19 países, que es el principal foro para la cooperación económica, financiera y política del planeta. Dice también que representa el 85 por ciento del producto bruto global, dos tercios de la población mundial y el 75 por ciento del comercio internacional. Que aborda los grandes desafíos globales. Que busca forjar políticas públicas que los resuelvan. Que los debates se ven enriquecidos por la participación de organizaciones internacionales socias, países invitados y grupos de afinidad que encarnan a distintos sectores de la sociedad civil.
No dice el manual que, casi dos décadas después de su creación en una reunión de ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales del G7, el 25 de septiembre de 1999, el G20 se iba a ver sacudido por varias crisis: desde la mexicana, la tailandesa, la rusa y la brasileña hasta la global de 2008, la peor desde 1930. Tampoco dice el manual que, desde la primera reunión de líderes en Washington, el 15 de noviembre de 2008, once días después de la victoria de Barack Obama en las presidenciales de Estados Unidos, los 20 socios y sus invitados iban a tomarse la foto de familia más incómoda. La de Buenos Aires, 2018.
Twitter: @JorgeEliasInter | @Elinterin
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