El peor año de Cristina
Hay que decir que desde el punto de vista político, este 2012 que está terminando, quedará instalado como el peor año del gobierno de Cristina.
Hay que decir que desde el punto de vista político, este 2012 que está terminando, quedará instalado como el peor año del gobierno de Cristina. Es una gigantesca luz roja prendida en el tablero del oficialismo. Dentro de apenas seis meses comenzarán a armarse las listas para las elecciones internas que luego culminarán con los comicios de medio tiempo. Si el gobierno continúa en esta tendencia y no recupera la iniciativa y sigue sin resolver los problemas cotidianos, es posible que sufra un voto castigo en las urnas que modifique el mapa parlamentario. Eso condicionaría seriamente el futuro del cristinismo de cara al 2015 porque no le alcanzaría el número de legisladores para modificar la Constitución para permitir la re re elección y por ahora, no aparecen liderazgos fuertes que la sucedan entre los grupos más cercanos a la presidenta.
En las últimas horas la cadena de errores y retrocesos fue notoria. Cada olla que se destapó dejó en evidencia los olores nauseabundos de la mala praxis o de la corrupción. Hay que llamar a las cosas por su nombre para comprenderlo mejor.
Frente al caso Marita Verón, el gobierno actuó con oportunismo. Porque la presidenta recién ahora, presionada por los acontecimientos, resolvió enviar a extraordinarias la nueva ley de trata. Reaccionó bien. Y eso hay que aplaudirlo. Pero simultáneamente para decir toda la verdad se debe recordar que el oficialismo tuvo más de un año y medio guardada la ley en un cajón pese al ruego de las diputadas que mas trabajaron en estos temas. El gobernador José Alperovich es parte del problema y no una víctima de la justicia corrupta de Tucumán. Estamos hablando de un gobernador que maneja su provincia con criterios feudales y con nepotismo. Alperovich va a cumplir una década en el poder y siempre fue uno de los empresarios más poderosos además de haber sido ministro de Julio Miranda cuando la secuestraron a Marita Verón. Alperovich no nació de un repollo. La justicia tucumana es “su” justicia. Esta diseñada a su imagen y semejanza. Que no se haga el distraído ahora.
Hasta Hebe Bonafini se lo dijo a su estilo: “gobernador ponga la bolas y cierre los prostíbulos que usted sabe donde están”.
Y el matrimonio Alperovich es uno de los preferidos por Cristina Fernández. No es casual que una señora inexperta como Beatriz Rojkes sea la segunda en la línea sucesoria detrás de Amado Boudou. Esta allí por decisión de Cristina. Y mas allá de que haya pedido disculpas, en primera instancia, en caliente expresó su verdadero pensamiento conservador y reaccionario cuando dijo que “confiaba en la justicia tucumana y que prostitución hubo y habrá siempre”. Los padres de Alperovich fueron de los pocos que aprovecharon la posibilidad de comprar dos millones de dólares cada uno cuando Néstor Kirchner también lo hizo con información privilegiada.
En el estado la justicia nacional que ahora tanto critican, el matrimonio Kirchner tuvo mucho que ver. No es una justicia heredada de la dictadura que ya terminó hace 29 años. Néstor modificó para bien la Corte Suprema y juntos designaron a más de 420 jueces y 61 fiscales. Y la información de quienes frecuentan los tribunales dice que la inmensa mayoría de los nuevos magistrados tienen simpatías o directamente militancia en el kirchnerismo.
Así que no se pueden escandalizar ni sorprender por lo que pasa en la justicia ahora que quieren convertirla en el nuevo satán de la guerra santa cristinista. La justicia tucumana es la justicia de Alperovich. Y la justicia nacional es la justicia de Cristina. La oposición no tiene los números suficientes para designar o destituir jueces por si mismos.
El gobierno de Cristina tiene 5 miembros en el Consejo y eso le da poder de veto. Así fue como salvaron a uno de los jueces que mas hizo por limpiar el buen nombre y honor de los Kirchner y de sus funcionarios. No es casual que ese juez llamado Norberto Oyarbide haya sido repudiado por su comportamiento en dos acontecimientos populares: en los carnavales de Gualeguaychu y en el partido de tenis de Federer. La gente no es tonta. Se da cuenta que, por suerte, todavía hay jueces y fiscales honestos y valientes. Pero también registra que hay muchos que tienen la camiseta partidaria puesta y los bolsillos llenos. Y así no hay justicia que aguante.