La investigación del programa de Jorge Lanata sobre Lázaro Báez es una bomba de fragmentación que explotó en la cima del gobierno. Varias de esas esquirlas hirieron la credibilidad del matrimonio Kirchner y desataron un gigantesco escándalo que recién empieza. El juez Sebastián Casanello, si es verdaderamente independiente y no amigo de La Cámpora como se dice, debería citar a ese misterioso empresario.
 
Báez para el gran público es casi un desconocido, canoso, que vive en un bunker rodeado de sistemas de seguridad, que actúa en la sombras con métodos mafiosos y que se hizo megamillonario a la velocidad de la luz, producto de su amistad y hasta de su sociedad con Néstor Kirchner. La forma de operar, la dimensión de su fortuna y su relación con el poder convierten a Lázaro Báez en una suerte de Yabrán del kirchnerismo. La denuncia de Lanata solo muestra una pequeñísima parte de ese monumento a la corrupción patagónica pero desnuda su matriz y la lógica de funcionamiento de la estafa al estado, es decir a todos los argentinos. Obras públicas sobrevaluadas que sirven para generar el dinero negro de las coimas.
 
Facturas truchas para justificarlas. Billetes que viajan en grandes bolsos en aviones propios desde Río Gallegos a Buenos Aires. Ingenierías financieras para fugar más de 55 millones de euros a más de 45 empresas fantasmas creadas a tal efecto en varios paraísos fiscales y depósitos en Suiza, conforman la estructura del negociado. Para poder construir la ruta de esa inmoralidad delictiva Lázaro Báez necesitó la complicidad del poder político para otorgarle las obras, la relación directa, íntima con Néstor Kirchner, la falta de control del estado en temas de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y retornos ilegales. En el medio de esa cadena nefasta fueron necesarios algunos eslabones de malandras menores como Leonardo Fariña al que lo perdió su voracidad por tirar manteca al techo, por gastar fortunas en autos, relojes, viajes y mujeres hermosas.

Su pecado fue el exhibicionismo. Aunque empezó a hablar para hacerse conocido y evitar que un sicario lo asesine y aparezca en un zanjón, disimulado como muerto por la inseguridad. “Vas a terminar como Forza”, uno de los asesinados en el triple crimen, le dijeron a Federico Elaskar. ¿Son capaces de matar? Sugieren que se repase como fue la apropiación de la empresa Gotti en Santa Cruz. “Fariña era el cadete millonario de Lázaro Báez”, dijo Elaskar que manejaba una financiera especialista en estas truchadas que funcionaba en el edificio Madero Center, donde vive Amado Boudou y Cristina tiene dos departamentos y ocho cocheras. Estamos hablando de las dos más altas autoridades de la Nación. En el colmo de la impunidad, llamaban a esa oficina “La Rosadita” porque iban varias figuras del poder que gobierna la Argentina con mano de hierro hace una década. Uno de los que nombraron fue Julio de Vido, ministro eterno de los Kirchner y cajero del modelo según lo caracterizó hace tiempo la revista Noticias.

Es repugnante el manejo que hicieron durante tanto tiempo de la plata de todos los argentinos que debería haber ido a fabricar mejores vías y trenes para evitar el siniestro de estación Once, o para construir infraestructura hídrica para evitar inundaciones asesinas. O rutas que no produzcan muertes en autos, camiones y colectivos. Y hospitales, y tantas cosas que estos delincuentes les roban a los argentinos que mas necesitan.

Tanto el Síndrome de Lázaro en medicina como los textos bíblicos de Lázaro de Betania se refieren a la resucitación o a la resurrección para decirlo en términos religiosos. En el caso de Báez, también aparece esta simbología de piojo resucitado. Era un sencillo empleado bancario en Santa Cruz y hoy es uno de los hombres más poderosos del país que según su valijero tiene seis mil palos enterrados en un sótano. Pasó de contar el dinero de los depósitos en una ventanilla a pesar los millones euros que robaban para ocultarlos en los mal llamados paraísos fiscales porque no son otra cosa que infiernos y guaridas para estafadores profesionales de alta gama y bajo perfil. No fue exactamente así según las sagradas escrituras pero popularmente se cree que Jesús revivió a Lázaro cuando le dijo: “Levántate y anda”. En este caso todo indica que “El” fue el que pronunció esas palabras.

Y Báez se levantó y anduvo. Lleno de dinero robado, semiclandestino entre las sombras del poder, capaz de levantar un mausoleo faraónico en homenaje a Néstor Kirchner a cambio de nada (¿ o como una forma de pagar alguna culpa?) y de participar como si fuera un apóstol de la última cena de Néstor Kirchner. En la “Ultima Cena”, Jesús de Nazaret, hizo dos profecías que se cumplieron rigurosamente. Una de ellas fue la traición de Judas. Anoche y por televisión, asistimos a la traición de Fariña. Leonardo Fariña fue el valijero de Lázaro Báez y la justicia debería investigar si Lázaro no fue el valijero, el socio o el testaferro, o el Alfredo Yabrán de Néstor Kirchner. Esto es apenas la punta de un iceberg más grande que el Calafate. Habrá más informaciones para este boletín…