La alegría de la radio
No conozco a nadie que no quiera a Andrea. Aunque el mundo se caiga a pedazos, ella llega todos los días con una sonrisa.
No conozco a nadie que no quiera a Andrea. Aunque el mundo se caiga a pedazos, ella llega todos los días con una sonrisa. Todos los días ilumina esta radio que compartimos con su buena onda y actitud solidaria. Y eso que nuestro ambiente está lleno de soberbias y vanidades. Andrea está pendiente de todo lo que le pasa al programa y a todo lo que le pasa a los demás. ¿Cómo esta tu madre, Silvina? Te felicito por Diego, Alfredo. Que Estelita que se mejore, Angelito. Que lindo está tu nieto, Fernando. Andrea Estévez Mirson, como toda buena locutora es el alma del programa.
El conductor suele ser la cabeza y en nuestro caso no hay dudas. Bravito lo es en el más amplio sentido de la palabra. Y esa risa. Esa risa que contagia hasta las piedras y que no tiene maldad. Eso no tiene precio porque le sale del corazón. Vale oro. Andrea es la que sucedió en la dinastía a otra genia y maravillosa persona como la Cuni, Alicia Cuniverti. Tuvimos suerte o Fernando sabe elegir primero el ser humano y después la excelencia profesional. Andrea se ocupa de todo. De los chivos llamados PNT, de recordar que hay tanda atrasada, que ahora va el micro vendido de Román, de regar el jardincito maravilloso de los oyentes, en el muro, en los mail, en los mensajitos. Es la que se emociona con cada historia como la de Almita y nos emociona a todos.
Es la que nos dice: “ojo, ojo”, cuando se enciende la luz roja y nosotros estamos hablando cualquier verdura. Cuida el aire y nos cuida. Es el alma del programa porque es locutora de alma. Se conmovió aquel día cuando su profesor del ISER, Juan Ramón, el legendario padre de Badía le dijo que tenía la voz demasiado añinada. Pero Andrea no se rindió. Con un coraje extraordinario, apretó los dientes, siguió practicando con más polenta y se dijo a si misma: yo voy a llegar. Y llegó. Tan alto que en poco tiempo trabajó con el mismísimo Beto Badía. Y con Fernando Bravo, bienvaventurada en la prehistoria de la FM y hasta con otro sanpedrino ilustre como Lalo Mir en Mitre. Y con Santo Biassatti. Inauguró las transmiciones de FM Tango. Andrea siempre soñó con ser locutora. Tal vez por sentirse tan acompañada de chica por la radio. Tal vez porque Jorge Manuel, su viejo, voceaba las noticias como buen canillita que era. “Cronica la sexta diarios/ con el triunfo de River”, decía y ella se hizo de River y siguió ese mandato hasta leer las noticias y las tandas por radio. Secundario en el comercial 22 de San Cristóbal y un hogar humilde donde se hizo de buena madera. Con Laly, su madre aprendió a ser la gran mujer que es. Compartió grandes momentos con Liliana, su hermana. Nació en Palermo sensible. Empezó a ganarse sus primeros manguitos en FM Sur de Quilmes. Ahí se puso la camiseta como siempre.
Peleó y peleó y la vida le dio un premio. Conoció a un periodista deportivo llamado Jorge Marinelli que fue el amor de su vida. Dicen los muchachos que a Marinelli le costó mucho conquistar a la locutora de la sonrisa cristalina. Que le hubiera sido más fácil subir el Aconcagua o lograr imaginar al gallito de Morón campeón de la Libertadores. La televisión por buchona y frívola se pierde a una de las mejores locutoras de la Argentina. Tal vez ahora que la reconocieron con la nominación al Martín Fierro se aviven y la contraten. Porque le sobra paño para la tele, para hacer voces y personajes y grabar publicidades. Es capaz de locutar que Coquito su perro tiene mas apetito y confesar que el secreto de su buen descanso que es un, obvio, un colchón, Cannon por supuesto.
Está muy agradecida a Silvina Chediek. Juntas trabajaron en el programa de la AMIA que se llamó “Mosaico” y que curiosamente yo conduje mas adelante. Es creyente hasta la esperanza máxima. Confía en Dios y en los hombres y mujeres que crecen a su imagen y semejanza. Es la que empuja para que toda la familia Marinelli vaya a misa. Cuando estuvo embarazada de la luz de sus ojos dejó de ir todos los días a la radio y se puso a grabar tandas para estar más tiempo con sus hijos.
Constanza, la que la puede, también quiere seguir el camino de la radio aunque en la producción. Por ahora del micrófono para afuera. Pero a Coni, le gusta el ambiente donde trabajan sus padres. Los micrófonos y los auriculares fueron su cuna. Lucas, la otra luz de sus ojos, es un fenómeno. Se ganó con esfuerzo un viaje de estudios a Londres y allí está ahora. Jorge y Andrea son un matrimonio de radio que se sacrifica y hace muy bien lo que hace. Todos los días cuando ella toma el subte B en la estación Tronador sale a construir su destino con honradez y capacidad.
Ellos no son potentados. No son estrellas que ganan fortunas. Son laburantes, artesanos del eter que pintan el aire de colores. Pero son de fierro. Como Andrea Estevez Mirson, una candidata a ganar el Martin Fierro aunque, para nosotros, lo que la conocemos, ya lo ganó. Todavía se pone colorada cuando alguien dice una mala palabra. Andrea no conoce la maldad. Es el alma de la radio. La radio se ríe con ella.