Once jugadores de cada equipo corriendo detrás de la pelota y un campeón. ¿Qué es lo que hace tan atractivo al fútbol?, me pregunto cuando tengo una cita todos los santos domingos en el living de mi casa para ver el partido de Boca Juniors.

En el diccionario de la Real Academia Española la palabra fútbol se define como un juego entre dos equipos, cuya finalidad es hacer entrar un balón por una portería conforme a reglas determinadas, con la característica mas importante: no puede ser tocada con las manos ni con los brazos.

La definición no toma en cuenta diferentes términos que son esenciales en lo que hace al deporte.

La pasión, la unión, el sentimiento, la previa, el después, las cargadas, la felicidad, la humillación, las locuras que se pueden hacer por el equipo del que uno es hincha, el llanto de alegría y el de tristeza.

Hay situaciones en la que la razón no se pone de acuerdo con el corazón.

El domingo pasado estaba en un bar del barrio porteño de Caballito mirando un clásico del fútbol argentino. El lugar era chico, las sillas estaban ocupadas y para que la gente no esté parada pusieron unos cajones de cerveza, que eran muy buenos banquitos para salir del paso. Hubo un antes y un después de los 33 minutos del segundo tiempo.

Más de la mitad de las personas comenzaron a gritar, el que estaba en la punta se abrazó con el de la primera fila. El viejo de adelante revoleó el sombrero de alegría y la joven que tenía detrás no paraba de saltar y aplaudir.

Por otro lado, el padre le dio una palmada al hijo en forma de consuelo, el muchacho de la barra comenzó a tocarse el ojo para que no caiga esa lágrima que estaba por salir y el cocinero que amasaba la pizza no paró de hacer gestos de negación con la cabeza.

A partir de ese momento comencé a entender el significado que tenía el fútbol. No todo pasaba por esos once jugadores que corrían atrás de la pelota. Por primera vez pude ver más allá.

Ahora se viene la Copa. El gol va a trascender las fronteras y se va a hacer un eco interminable. Desde Jujuy a Tierra del Fuego, de Artigas a Montevideo, de Amazonas a Río de Janeiro, y en cada uno de los países de América. Y porque no por la casa de algún europeo que sea fanático de alguna figura latina.

Ya habrá tiempo de hablar de cómo llega cada selección, eso es otro capítulo de esta historia.

Por Pablo David Livsit.